ISSN 1851-0027

A�o 2008. N�mero 2: 73-109

comechingonia.com

Si las paredes hablaran: el caso de� la ex Regional de Inteligencia de Buenos Aires (R.I.B.A.)

Recibido el 5 de diciembre de 2007. Aceptado el 10 de marzo de 2008

Anabella Noel Diana

FFyL, UBA, �rea de Investigaci�n y Producci�n Documental, D.D.H.H. de Mor�n,

Jimena Doval

FFyL, UBA, �rea de Investigaci�n y Producci�n Documental, D.D.H.H. de Mor�n,

Pablo Francisco Giorno

FFyL, UBA, �rea de Investigaci�n y Producci�n Documental, D.D.H.H. de Mor�n,

Mar�a Teresita de Haro

FFyL, UBA, �rea de Investigaci�n y Producci�n Documental, D.D.H.H. de Mor�n,

Resumen

A partir del relevamiento arqueol�gico-arquitect�nico, del an�lisis de Unidades Estratigr�ficas y del uso de diversas fuentes documentales, se pretende realizar una interpretaci�n acerca de los usos y modificaciones efectuadas en el edificio de la ex Regional de Inteligencia de Buenos Aires (R.I.B.A.) del partido de Mor�n, provincia de Buenos Aires, Rep�blica Argentina. Se identificaron las sucesivas secuencias constructivas que formaron el actual edificio y los distintos mecanismos de control en funci�n de las relaciones de poder existentes durante el funcionamiento de la R.I.B.A. La investigaci�n esta inmersa dentro del �Programa de recuperaci�n de espacios y memorias vinculados al Terrorismo de Estado� impulsado por la Direcci�n de Derechos Humanos del Municipio de Mor�n, �rea de Investigaci�n y Producci�n Documental.

Palabras claves

Relevamiento arqueol�gico-arquitect�nico, Secuencia Constructiva, Unidad Estratigr�fica (U.E.), ex R.I.B.A..

Abstract�������

The aim of this work� is to make an interpretation about the� uses and modifications made at the former Buenos Aires Regional Intelligence building (R.I.B.A.) of Mor�n Municipality, located in Buenos Aires, Argentina. It was made through an archaeologic-architectonical investigation, the analysis of the Stratumgraphics Units, and different documents used as written sources. The successive building sequences that formed the present construction were identified, as well as the different strategies of control that were used�� connected to the power relations that exist at the moment R.I.B.A. was functioning. This work is part of the �Recovery Program of Spaces Related to State Terrorism� executed by the Mor�n municipality, through the Human Rights Office from the Research and Documental Production Area.

Keys words

Archeological Architectural, Building Sequence, Stratumgraphic Unity, ex R.I.B.A.

Introducci�n

En este trabajo se presenta el relevamiento arqueol�gico y arquitect�nico realizado en el edificio que albergara la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (R.I.B.A.), desde 1977 por un lapso de tiempo a�n no determinado con exactitud. El mismo se encuentra situado en la intersecci�n de las calles San Mart�n y Entre R�os del partido de Mor�n, provincia de Buenos Aires, Rep�blica Argentina. Dicho relevamiento se enmarca dentro del �Programa recuperaci�n de espacios y memorias vinculados al Terrorismo de Estado�, impulsado por la Direcci�n de Derechos Humanos del Municipio de Mor�n, �rea de Investigaci�n y Producci�n Documental. Se trata de un relevamiento preliminar, de car�cter general y expeditivo, postergando algunas intervenciones para una segunda etapa de trabajo.

El objetivo espec�fico de esta etapa de la investigaci�n es dar cuenta de los usos del edificio generados mediante las diversas pr�cticas sociales, de los cambios sufridos en la arquitectura a partir de dichos usos y de c�mo se manifiestan estos cambios en la organizaci�n espacial del edificio. Para dicho fin se aplic� el� an�lisis de Unidades Estratigr�ficas (U.E) (Harris 1991 [1989]). Este an�lisis parti� de asumir que� las sucesivas transformaciones y� la reorganizaci�n espacial reflejan intereses, necesidades, creencias, ideas, etc. que median entre los individuos y la cultura material (Hodder 1982; Nielsen 1995; Shanks y Tilley 1987).

Teniendo en cuenta que la investigaci�n est� inmersa dentro de la� Arqueolog�a Hist�rica, se considera que, si bien los documentos adquieren una importancia tal como los restos materiales,� estos brindan informaci�n adicional que los diferencian de estos �ltimos (Beaudry et al. 2006; Orser 2000). En este sentido se utiliz� soporte material gr�fico, audiovisual, documentos, fuentes orales (testimonios y entrevistas, charlas espont�neas), causas judiciales, etc., a partir de una continua retroalimentaci�n entre las fuentes documentales y el registro material. Se considera que este trabajo constituye� un importante aporte desde la Arqueolog�a Hist�rica al Programa� de recuperaci�n de espacios y memorias vinculados al Terrorismo de Estado, impulsado por la Direcci�n de Derechos Humanos del Municipio de Mor�n, dirigiendo los esfuerzos hacia el fin �ltimo que radica en la reconstrucci�n de nuestra historia reciente, a la b�squeda de justicia y al ejercicio permanente de la memoria (Lopez Mazz 2006)

La arquitectura es considerada aqu� como el resultado de la intervenci�n activa de los individuos, cargada de significados que se crean, transmiten y reproducen a trav�s de la cotidianidad (Criado Boado 1999; Shanks y Tilley 1987; Tilley 1994).

En primera instancia, desarrollaremos una breve rese�a hist�rica del sitio, donde se dar� cuenta de los diferentes usos del lugar. Luego describiremos el procedimiento metodol�gico de relevamiento y las interpretaciones realizadas. Para finalizar, discutiremos c�mo se correlacionan los cambios arquitect�nicos observados con las distintas funciones del sitio y el contexto socio-hist�rico donde se enmarc�, haciendo hincapi� en el momento en que se constituy� como la R.I.B.A.

Breve historia de la ex R.I.B.A.

El sitio se encuentra ubicado en la Ciudad de Mor�n, provincia de Buenos Aires, Rep�blica Argentina, a pocas cuadras de la estaci�n del ferrocarril (ex l�nea Sarmiento), de la plaza principal de Mor�n y del cementerio Municipal; es decir, pr�ximo a la zona c�ntrica del partido. Est� conformado por cuatro terrenos, dos sobre la calle San Mart�n (N� 784 - 786) y dos sobre la calle Entre R�os (N� 981 � 985). Los dos primeros ocupan el lote 3 parcela 25 y el lote 4 parcela 24, pero no se tienen las fechas de adquisici�n ni construcci�n. Sin embargo, dadas las caracter�sticas constructivas, que se desarrollar�n m�s adelante, y� que en el� a�o 1955� una familia ya estaba habitando la casa, podemos inferir que la construcci�n pertenece a la primera mitad de siglo XX. Mientras que de los segundos terrenos existen planos de aprobaci�n de obra construida de un sal�n de peluquer�a de 1955 (lote 6, parcela 22) y posteriormente de una remodelaci�n de 1971, donde se hab�a adquirido el lote colindante (lote 7, parcela 21), transform�ndose el sal�n en una vivienda unifamiliar. [i]

Durante la d�cada de 1960 funcion� en la casa ubicada sobre la calle San Mart�n un lugar de encuentro cultural donde conflu�an artistas pl�sticos de la �poca (Soldi, Rafael Alberti, entre otros). En este momento surg�an a nivel mundial diferentes movimientos sociales de innovaci�n como reflejo de procesos de liberaci�n y resistencia (Mayo Franc�s, movimiento Hippie, Revoluci�n Cubana, etc.) y de fuerte desarrollo �under�� de las artes pl�sticas. Siendo la Sra. M. de D. propietaria del edificio y funcionaria del gobierno municipal como Directora de Arte y Cultura brind� la posibilidad de que en su domicilio se desarrollaran diversas actividades� culturales (Alonso et al 1997; Eggers- Brass 2004; Vecino com. pers. 2007).[ii] [iii]

La presencia de dos esculturas y una composici�n art�stica de hierro forjado situadas en el patio de la casa estar�a vinculada con este momento de ocupaci�n, cuyo emplazamiento no se habr�a modificado posteriormente (Vecino com. pers.2006)

El 18 de julio de 1977 el Estado Nacional Argentino adquiri� los dos inmuebles, mediante la Direcci�n de Infraestructura de la Fuerza A�rea, representado por el comodoro Antenor H�ctor Echenique, Director de Infraestructura de la Fuerza A�rea. La compra se realiz� a particulares.

La R.I.B.A. fue parte del aparato represivo instaurado por la Fuerza A�rea durante la �ltima dictadura militar (1976-1983), en la denominada subzona 16, que comprend�a el� viejo partido de Mor�n (en ese entonces inclu�a los actuales partidos de Hurlingham, Ituzaing� y Mor�n), Merlo y Moreno. Los Centros Clandestinos de Detenci�n (C.C.D.) dependientes de esta fuerza en la subzona 16 fueron entre otros: Mansi�n Ser�, I Brigada A�rea de El Palomar, la VII Brigada A�rea� de Mor�n, la VIII Brigada A�rea de Moreno, el Grupo I de Vigilancia y Control A�reo (G.I.V.A. � Merlo), la Comisar�a 1� de Mor�n, Comisar�a 2� de Mor�n (Haedo), Comisar�a 3� de Mor�n (Castelar), �el Chalet� del Hospital Posadas (CoNaDeP 1984).

Las funciones de la Regional, seg�n la declaraci�n realizada por el militar retirado J. C. L. eran: �... en base a la informaci�n recogida y su posterior an�lisis se le trasmit�a a las unidades dependientes para que ellos hicieran los procedimientos que... eran generalmente detenci�n de personas o reforzar la seguridad en algunos objetivos esenciales. Las personas detenidas eran alojadas en la Seccional Policial de la localidad de Castelar... ya que la Regional se trataba de una casa antigua y no hab�a lugar ni seguridad para alojar a los detenidos all�... la totalidad de las detenciones la efectuaban los grupos de tareas de las unidades de la Fuerza A�rea como Mor�n, Palomar, Merlo... a veces interven�a personal de la Regional pero iban como especialistas� (Causa judicial sobre sustracci�n de menores).[iv]

En los a�os siguientes, la casa fue ocupada por caseros que permanecieron all�, sin hacerle modificaciones estructurales (comprobables al estado actual de la investigaci�n) ni mantenimiento, dejando evidencia material como botellas, papeles, cajas, artefactos en desuso, etc. El estado en el que se hallaba la casa cuando se hizo la primera aproximaci�n (2005) era de abandono y descuido.

En el a�o 2001, cuando a�n pertenec�a al Ministerio de Defensa, el edificio fue puesto en venta y dos a�os m�s tarde, la agrupaci�n H.I.J.O.S. Regional Oeste denunci� el uso del inmueble por parte de la Fuerza A�rea (El� Diario, Abril 2003; P�gina 12, 20 de abril de 2003)

Durante los a�os 2005 y 2006, un grupo de organismos de derechos humanos junto a representantes del Municipio iniciaron el proceso hacia la recuperaci�n de la ex R.I.B.A. Se est� investigando la posibilidad de que la Regional. haya sido utilizada como C.C.D. durante la� �ltima dictadura militar.

Antecedentes

La intervenci�n de la arqueolog�a en cuanto a la problem�tica del terrorismo de estado, se desarrolla en el pa�s desde hace m�s de 20 a�os con los trabajos del Equipo de Antropolog�a Forense (E.A.A.F.) cuya misi�n es investigar principalmente la desaparici�n de personas durante la �ltima dictadura militar hace ya (Cohen Salama 1992).

La investigaci�n en ex CCD, con objetivos de rescate de evidencias materiales y la recuperaci�n de espacios para la memoria comenz� entre el 2000 y 2002, inici�ndose investigaciones en diversos lugares del pa�s, donde profesionales y estudiantes interactuaron con otros sujetos pol�ticos, instituciones y el Estado para llevar adelante su tarea. La disciplina, a nuestro entender, se convertir�a en una herramienta para la reflexi�n social en los espacios que hab�an sido funcionales a la aplicaci�n sistem�tica del Terrorismo de Estado.

En consecuencia y como resultado de a�os de reclamos y gestiones por parte de los organismos de derechos humanos, familiares y compa�eros de detenidos desaparecidos, m�s un contexto pol�tico propicio que lo facilit�, surgieron los trabajos en los lugares donde funcionaran Centros Clandestinos de Detenci�n y otros espacios relacionados con la desaparici�n de personas. Estos se presentaban como edificios a�n en pie o estructuras bajo tierra, consecuencia de distintos eventos destructivos. Los proyectos surgidos� en la Ciudad de Buenos Aires fueron en el Club Atl�tico, la E.S.M.A y el Olimpo; en Rosario El Pozo; en Tucum�n, el Pozo de Vargas y en Mor�n (provincia de Buenos Aires) Mansi�n Ser� o Atila� (Di Vruno et al. 2006).

A partir de la reconstrucci�n hist�rica, algunos de ellos fueron recuperados como sitios de la memoria: ex C.C.D. Olimpo, ex C.C.D. E.S.M.A., ex C.C.D. Virrey Cevallos, todos ellos en la Ciudad de Buenos Aires. En otros se realiz� adem�s trabajo arqueol�gico como en el ex C.C.D. Club Atl�tico, tambi�n en la Ciudad de Buenos Aires. Por otro lado, en Pozo de Vargas en la provincia de Tucum�n se realiz� la b�squeda y posterior excavaci�n arqueol�gica de una posible fosa com�n, a�n en curso (Arenas et al. 2005; Ex Centro Clandestino de Detenci�n de la Fuerza A�rea, Virrey Cevallos ; G.I.A.A.T. 2003;�� Weissel et. al. 2002; Proyecto de Recuperaci�n de la Memoria Centro Clandestino de Detenci�n y Tortura �Club Atl�tico� 2005; Secretar�a de Derechos Humanos de la Ciudad de Buenos Aires 2007).

En el exterior tambi�n se han llevado a cabo numerosas investigaciones en cuanto a las pr�cticas terroristas, en todos los casos, el EAF ha sido un referente y pionero mundial en la investigaci�n forense, trabajando y capacitando profesionales en m�s de 30 pa�ses (http://eaaf.typepad.com/eaaf_countries_sp/ 2008).

El Proyecto Mansi�n Ser�, al igual que la ex R.I.B.A., forma parte del �Programa de recuperaci�n de espacios y memorias vinculados al Terrorismo de Estado�, ejecutado por el Municipio de Mor�n, a trav�s de la Direcci�n de Derechos Humanos, desde el �rea de Investigaci�n y Producci�n Documental. All� se llevan a cabo trabajos interdisciplinarios Direcci�n de Derechos Humanos de Mor�n 2007; Di Vruno et al. 2006; Proyecto Antropol�gico Arqueol�gico Mansi�n Ser� 2005).

Los an�lisis en cuanto a la arquitectura son muy variados y amplios (Steadman 1996), por lo tanto nos centraremos en los aspectos puntuales necesarios para esta exposici�n tomando como referentes a algunos trabajos afines a nuestra postura te�rico-metodol�gica. Algunos de estos abordajes refieren a la relaci�n entre la arquitectura y el poder (Acuto 1999, Nielsen 1995, Nielsen y Walker 1999, Zarankin 1999). As� nos parece interesante enfocar el an�lisis desde la arqueolog�a de la arquitectura (Azcarate 2002; Criado Boado;� Funari et. al. 2002;� Zarankin 1999), donde la estructura arquitect�nica es significativa desde el punto de vista hist�rico, de los individuos que la construyeron, habitaron y modificaron, y sobre todo de la sociedad en la que se erigi� (Gonz�lez 1999)

En cuanto al abordaje metodol�gico aplicamos la cronotipolog�a a trav�s de la cu�l mediante el relevamiento de las estructuras se puede identificar las diferentes secuencias constructivas, a partir de la identificaci�n de las caracter�sticas tecno constructivas y estil�sticas o formales (Azcarate 2002; Borr�raz et. al. 2002; Criado Boado 1999; Quiros Castillo1996).

�Fue posible tomar variables crono-tipol�gicas de otros trabajos arqueol�gicos que estudiaron edificios con fechas contempor�neas a las secuencias constructivas presentes en la ex RIBA� (Funari et. al. 2002; Sch�velzon 1991, 1999;� Zarankin 1999).

Nos resulta de vital importancia considerar� significativa la arquitectura,� no solo como un hecho ata�e al edificio en su estructura, sino tambi�n su relaci�n con el espacio circundante o paisaje, donde la relaci�n entre los lugares y los individuos es forjado en la cotidianidad y dentro de un contexto socio hist�rico que lo determina (Thomas 2001; Tilley 1994).

En cuanto a la aplicaci�n de la arqueolog�a de la Arquitectura cabe mencionar los estudios realizados por el Centro Popular de la Memoria en el caso del ex C.C.D Pozo de Rosario (�ste fue cedido a organismos de derechos humanos). Aqu� el equipo de investigaci�n trabaj� con las huellas materiales y los testimonios de detenidos-desaparecidos. Se llevaron a cabo trabajos de relevamiento gr�fico y fotogr�fico, principalmente de las paredes del subsuelo del edificio, utilizando la matriz de Harris para la interpretaci�n de los datos. Las tareas arqueol�gicas que se realizaron en la ex R.I.B.A. fueron similares a las llevadas a cabo en este ex C.C.D. (Centro Popular de la Memoria ca. 2003a, ca. 2003b).� Por otro lado,� Zarankin y Niro (2006) analizaron la arquitectura y organizaci�n espacial del ex C.C.D. Club Atl�tico, estableciendo relaciones entre la organizaci�n espacial y el ejercicio del poder, el control y la coerci�n, lo cual implic� la aplicaci�n de la violencia no f�sica (Foucalt 1989 [1975]).

Caracter�sticas generales del edificio

A partir de la descripci�n y del an�lisis de los recintos, por medio de las planillas de relevamiento y fuentes documentales se extrajeron datos con relaci�n a las caracter�sticas arquitect�nicas y �se infirieron las secuencias constructivas del edificio, tanto del� exterior como� del interior de la casa.

El terreno donde se encuentra ubicado el inmueble consta de los cuatro lotes citado (3, 4, 6 y 7), los cuales se disponen en forma de L y poseen una superficie de 817 m2 (Figura 1).

La estructura que actualmente se encuentra en pie consiste en: cochera en el exterior, planta baja, primer piso y planta de techos o terraza, todos ellos rodeados de un amplio jard�n. Posee tres ba�os, dos en la planta baja y uno con duchas, similar a un vestuario, en el primer piso; dos cocinas, una en la planta baja y la otra en el primer piso; un entrepiso; y cinco escaleras. En la terraza se encuentran dos espacios cubiertos: la escalera y la sala de luces.

Desde el exterior, la ex R.I.B.A. se ve como un gran pared�n de 3 m de altura, sin ventanas y sin visibilidad hacia el interior. A ella se accede por una puerta y un� port�n met�licos, sobre la calle Entre R�os y otro port�n sobre la calle San Mart�n, ambos de grandes dimensiones. Sin embargo, los recintos 3 y 4 que dan a la calle San Mart�n, la sala de luces que est� en la terraza de la casa y una gran antena parab�lica son visibles desde el exterior (Figura 2). La antena sobresale varios metros por sobre el techo del edificio. Asimismo, desde all� se tiene buena visibilidad de una gran �rea por fuera de los l�mites de la casa (terrazas y techados).

Figura 1. Lotes sobre los que se encuentra la Ex R.I.B.A.

El deterioro de las paredes muestra los ladrillos que las conforman y su disposici�n en algunas de ellas. Los m�s antiguos son de cer�mica cocida artesanal, con mortero de cal y cemento. Mientras que en las remodelaciones se utiliz� el mismo tipo de ladrillo colocado de canto (panderete) para ahorro de material, o ladrillo hueco cuyo mortero posee mayor proporci�n de cemento. En algunos sectores se distinguen losas con viguetas y ladrillo y los techos de gran altura, 3,50 m. En otros recintos llegan hasta los 2,12 m y 2,96 m, y son� de losa armada.

Metodolog�a

Relevamiento del edificio

Durante la primera mitad del a�o 2007 se realiz� el relevamiento de las tres plantas del edificio. De un total de 51 recintos, se relevaron 49, incluidos los ubicados en la parte interna de la planta baja (1, 2, 2�, 3, 4, 5, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 24, 26, 27, 28 y 29), a excepci�n de los sanitarios de la planta baja por falta de infraestructura (recintos 6 y 25); los recintos de la parte externa (19, 20, 21, 22 y 23); los del primer piso (30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39 y 42), incluyendo los que corresponden al vestuario, subdividido en 8 recintos (43, 44, 45, 46, 47, 48, 49 y 50); y los de la planta de techos o terraza (40 y 41).

Figura 2. Vista desde el exterior de la ex R.I.B.A.

Al mismo tiempo que se comenz� con este relevamiento, se inici� la b�squeda intensiva de material documental. Se realiz� una primera aproximaci�n al sitio mediante un registro sistem�tico de los recintos y de los objetos que se hallaron, mediante planillas y fotograf�as. Algunos de los objetos se trasladaron al laboratorio para su an�lisis (papeles, latas, material de librer�a, etc.) y otros por su tama�o permanecen en el lugar (escritorios, armarios, mesas, sillas, etc.).[v] Cabe se�alar que, dada la imposibilidad de intervenir el sitio mediante t�cnicas intrusivas (cateos, sondeos, etc.) debido a que est� en tr�mite el traspaso del inmueble del Ministerio de Defensa hacia el Municipio, el relevamiento fue de car�cter general y visual, focaliz�ndose en el an�lisis de unidades diagn�sticas: descascaramientos de pintura, roturas en el revoque, muros o pisos, desprendimientos de revestimientos, etc.

El criterio de selecci�n de� estas unidades fue una decisi�n metodol�gica, que permiti� identificar a trav�s de una observaci�n minuciosa las modificaciones constructivas que se llevaron a cabo en la vivienda.

Las planillas utilizadas son del tipo cerradas (Roskams 2003), algunas adaptadas de aquellas usadas por el equipo de investigaci�n de Rosario (Centro Popular de la Memoria ca 2003a, ca 2003b)� y otras dise�adas espec�ficamente para este trabajo:

a)�� Ficha de registro arquitect�nico: Con ellas se da cuenta de las caracter�sticas constructivas de las distintas habitaciones, como por ejemplo tama�o del recinto, color de las paredes, revestimientos, materiales empleados en la construcci�n de los muros, cantidad de aberturas, cajas de electricidad, bocas de gas, etc.

b)�� Ficha de registro de unidades estratigr�ficas: En ellas se relevan las unidades estratigr�ficas (U.E.) que conforman los muros (estratos verticales). Se registra el tipo de U.E., tipo de material, color, estado de conservaci�n, marcas, relaciones estratigr�ficas (Carandini 1997; Harris 1991 [1989]). Como se ha mencionado, el relevamiento de las matrices no se realiz� mediante una intervenci�n intrusiva. Debido al grado de deterioro de los muros, en la mayor�a de los casos, permiti� observar las U.E. a simple vista. En un futuro se planea realizar un cateo de las mismas al momento que la cesi�n del edificio se haga efectiva.

c)�� Planilla de hallazgos: Es aquella en la cual se asientan los objetos que se encontraron en cada recinto (papeles, latas, material de librer�a, escritorios, armarios, mesas, sillas etc.) con� una breve descripci�n de los mismos.

d)�� Ficha de registro de objetos: En �stas se replica el contenido de la planilla de hallazgos y se profundizan los datos: medidas de los objetos, color, estado de conservaci�n, fotograf�as, croquis del objeto si fuera necesario, o cualquier otra especificaci�n que se crea conveniente y que no se haya considerado en una primera instancia (Roskams 2003).

Los recintos fueron numerados arbitrariamente, desde el n�mero 1 hasta el 51, incluyendo los espacios externos (cochera y jard�n). Las subdivisiones no s�lo se debieron a las caracter�sticas particulares de cada recinto, sino tambi�n con el objetivo de facilitar el trabajo.

Se tomaron fotograf�as de cada uno de los recintos, respetando la convenci�n de relevamiento (Hern�ndez Llosas 1985). Se comienza desde la posici�n de ingreso al recinto a la izquierda continuando en el sentido de las agujas del reloj, denominando los muros de forma correlativa y con letras (A, B, C, etc.).

Los objetos muebles e inmuebles que se hallaron fueron igualmente fotografiados y registrados. Los mismos se encuentran actualmente en proceso de an�lisis, de manera tal que no se puede determinar a�n su procedencia, uso, etc.

Estas� tareas permiten, a trav�s de variables comunes, la comparaci�n entre ellas y la observaci�n de modificaciones constructivas, que hacen a la funcionalidad del espacio.

Para llevar adelante el relevamiento de los muros se aplic� la matriz de Harris (1991[1989]), la cual permite identificar la secuencia y el tipo de los estratos verticales, considerando las estructuras arquitect�nicas como un objeto pluriestratigr�fico, en t�rminos de Borraz�s et al. 2002, que ve a la edificaci�n como construida a lo largo del tiempo a partir de procesos constructivos-destructivos y diacr�nicos. Se decidi� hacer un muestreo dirigido y selectivo de algunas unidades estratigr�ficas en particular frente al relevamiento total. Como metodolog�a de apoyo se utiliz� la cronotipolog�a de aparejos y elementos singulares, que se basa en la identificaci�n de aquellos elementos plausibles de ser tipologizados (puertas, ventanas, molduras, aparejos, revestimientos, etc.) y su ubicaci�n sobre la planimetr�a de la edificaci�n. Si bien estos an�lisis de las U.E. no son definitivos, se pueden inferir distintos momentos constructivos, estructuras antiguas, modificaciones, agregados, pinturas, remodelaciones, etc. y abrir nuevas l�neas de evidencia para la investigaci�n (Centro Popular de la Memoria ca. 2003b).

El t�rmino secuencia constructiva (Taboada y Angiorama 2003) es utilizado para dar cuenta de los distintos momentos que se pueden identificar en el proceso de construcci�n del edificio. Se la puede tomar como un componente de un evento depositacional, donde los estratos se van superponiendo como resultado de diferentes actividades, que generan una compleja matriz. Es aqu� donde el arque�logo puede interpretar dis�miles acciones que incluyen modificaciones sobre viejas estructuras, reciclaje, reutilizaci�n, destrucci�n, etc.� (Centro Popular de la Memoria ca. 2003b; Orser 1999).

As�, se puede establecer c�mo se organizaron espacialmente cada uno de los edificios identificados y m�s espec�ficamente, la etapa de uso como Regional de Inteligencia.

Interpretaci�n de los datos relevados

Secuencias constructivas

Desde los diferentes lugares dentro de la ex R.I.B.A. se observaron diversas caracter�sticas constructivas, resultado de la uni�n de dos casas, la modificaci�n de �stas y el agregado de dos plantas. Esto produce un fuerte impacto visual y una compleja organizaci�n del espacio que respondi� a nuevas necesidades funcionales como por ejemplo el movimiento constante de gran n�mero de personas y veh�culos, segmentaci�n del espacio administrativo, de vigilancia, vestuarios y otras actividades relacionadas con la organizaci�n de la Regional de Inteligencia.

Se abord� el an�lisis espacial de las plantas arquitect�nicas del sitio R.I.B.A. identificando cuatro momentos o secuencias constructivas, a partir del an�lisis de los datos obtenidos en el relevamiento realizado, la interpretaci�n de los planos de catastro y los croquis de vecinos. Se reconocieron las siguientes secuencias constructivas, que ser�n detalladas a continuaci�n de la m�s reciente a la m�s antigua:

a)�� R.I.B.A. (Parcelas 21, 22, 24, y 25);

b)�� Remodelaci�n de Peluquer�a: vivienda unifamiliar (Parcelas 21 y 22);

c)��� Peluquer�a (Parcela 22);

d)�� Casa chorizo (Parcelas 24 y 25).

Es importante mencionar que s�lo se describir�n recintos y caracter�sticas pertinentes al an�lisis.

R.I.B.A.

Como se mencion� al comienzo, la R.I.B.A. se construy� aprovechando viejas estructuras a partir de la compra en 1977 de dos propiedades ubicadas, una sobre la calle San Mart�n (Parcelas 24 y 25) y otra sobre la calle Entre R�os (Parcela 21 y 22). No obstante, la Fuerza A�rea llev� a cabo gran parte de la edificaci�n de la� Regional de Inteligencia, como la totalidad del primer piso y modificaciones en la planta baja a partir de ampliaciones, construcci�n de nuevos recintos y divisiones de los ya existentes. Asimismo, se realiz� el cerramiento total del terreno mediante un pared�n perimetral de gran altura, colocando alambre de p�a sobre uno de los muros, dos portones de grandes dimensiones, la instauraci�n de una antena de telecomunicaci�n, generando una nueva percepci�n como espacio impenetrable.

En cuanto al inmueble de la calle San Mart�n, algunos ambientes fueron reutilizados a partir de modificaciones de las viejas estructuras (recintos 2, 2�, 8 y 27) o agregados (recinto 29). Al efectuarse la uni�n de cuatro lotes (3, 4, 6 y 7) se realizaron otras reformas a la estructura, se agregaron cuatro recintos (1, 10, 24 y 28), y se modificaron dos (9 y 26), a partir de su divisi�n. Los espacios restantes corresponden al terreno sobre la calle Entre R�os, en lo que fue una peluquer�a y luego una vivienda unifamiliar, utilizadas para la edificaci�n de cinco recintos (11, 12, 13, 16 y 17), sobre las estructuras ya existentes y la reutilizaci�n de los recintos 14, 15, 17, 18 y 25 de la planta baja. Adem�s, con la �ltima remodelaci�n se a�adieron cinco recintos en la planta baja (19, 20, 21, 22 y 23), los recintos del primer piso (30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48, 49 y 50) y los recintos 40 y 41 de la terraza, donde se reubic� el tanque de agua y se instalaron las antenas de telecomunicaciones.

Se interpret� que el sitio fue modificado adapt�ndolo a los requerimientos funcionales de la R.I.B.A. Muestra de ello es la construcci�n del vestuario y la cocina del primer piso, el sanitario constituido por duchas m�ltiples, tres inodoros compartimentados, una canaleta mingitoria, un amplio sector con tres lavabos y un gabinete para ba�o de vapor. La funci�n del edificio pas� de ser una vivienda unifamiliar a una dependencia con muchas oficinas, con una cocina adaptada para producir grandes vol�menes de alimentos y otros espacios destinados a albergar un gran n�mero de personas.��

En el sitio permanecen varios escritorios y muebles empotrados en las paredes como en el recinto 16. Tambi�n se� observaron las marcas dejadas por ciertos muebles (placares y estanter�as) que estaban amurados en las paredes y que dan cuenta del tama�o de los mismos. Lo que� permiti� inferir que el cambio estructural y arquitect�nico fue acompa�ado con la introducci�n de mobiliario caracter�stico de oficina, apto para realizar m�ltiples actividades administrativas y el almacenamiento de documentaci�n. Por lo tanto, observamos que la Fuerza A�rea adapto el edificio a las necesidades que implic� la instalaci�n de un centro de Inteligencia, ampliando y segmentado el espacio en un gran numero de recintos con diferentes funciones, visibles algunas estructuralmente y otras determinadas mediante la introducci�n de mobiliario.

En general, la iluminaci�n de toda la casa consiste en tubos fluorescentes y l�mparas. En varios recintos las instalaciones de luz, gas tel�fono y agua fueron� realizadas de manera desprolija. El cableado de telefon�a conecta casi todas las habitaciones del edificio como si se tratase de oficinas, mediante tableros centrales en los recintos 2, 12, 17, etc. Por otro lado, en el recinto 4 se observan todav�a en la pared restos de un mapa de la provincia de Buenos Aires. En otro de los ambientes (recinto 17), contin�an en la pared varias planchas similares a las utilizadas para sujetar papeles o bien fragmentos de papeles pegados en las paredes, con inscripciones de la Fuerza A�rea. Por todo esto, se pudo establecer que la mayor�a de los espacios se relacion� a tareas de oficinas y de planeamiento log�stico.

Entre las modificaciones realizadas sobre las estructuras en pie, se destacan: el recinto que funcion� como patio central cubierto en la casa de la calle San Mart�n, divido en 26 y 27 mediante un muro de aluminio y madera; y el muro A del recinto 8, realizado con ladrillos a la vista y barnizado fue un agregado posterior a la construcci�n de un �nico recinto, que abarcar�a el 8 y 9 en la planta baja. Algo similar se observa en el recinto 35 del primer piso. Es un pasillo central que da acceso a otros ambientes y en el que desembocan dos escaleras. En la cocina de la planta baja (recinto 7) hubo reformas en la disposici�n de los muebles y accesorios como la mesada y las ca�er�as. Asimismo, los orificios dejados por las salidas de ventilaci�n de los calefactores modernos de tiro balanceado permiten determinar que fueron elementos a�adidos a la primera construcci�n (ver recintos� 3, 4 y 9).

En la parte norte del edificio se construyeron dos recintos con caracter�sticas particulares. El recinto 2 de la planta baja es probable que correspondiera a la primera edificaci�n del inmueble. Sin embargo, pudo haber sido parte de una galer�a abierta. Esto tambi�n se ve en la fachada donde son evidentes las l�neas constructivas originales, lo que da cuenta de que el cerramiento del recinto 2 ser�a posterior (ver Casa chorizo). Adem�s, las aberturas son m�s modernas: la puerta placa de madera y la puerta ventana de hierro. Sus paredes se hallan revestidas totalmente con machimbre barnizado, tapando la pintura descascarada. En este recinto, de techo muy bajo y recubierto con yeso, fue construido un entrepiso (2�), cuyas caracter�sticas arquitect�nicas demuestran una construcci�n reciente. Ambos se vinculan por una escalera de madera. La terminaci�n de las paredes consiste en un revoque bolseado, pintado de� blanco en la mitad superior hasta el techo y verde seco en la mitad inferior (1,20 cm aproximadamente); de igual forma sucede en los recintos 11, 12, 16 y 24. Otra terminaci�n com�n de las paredes es el salpicret pintado de blanco.

Figura 3.A: Interior de sala de luces, sector este. B: Vista desde el interior de la sala de luces.

En cuanto a los pisos, la mayor�a de las baldosas preexistentes de la planta baja, se reemplaz� por cer�micas esmaltadas color beige de 30 x 30 cm, cer�micas rojas de� 20 x 20 cm, de 16 x 8 cm y de 8 x 20 cm; baldosas gran�ticas verdes pulidas; z�calos de cer�mica jaspeada marr�n. En algunas habitaciones los pisos son baldosones de goma negra con relieve en forma de tapones antideslizante. El reemplazo de las baldosas de planta baja, se infiere a partir de los relatos que se relacionan al funcionamiento de la casa en los �60 (vecina com. pers. 2007; vecino 2006 com. pers.). Por otro lado,� las baldosas actuales no coinciden con las halladas en construcciones de la �poca y estilo de las secuencias constructivas de esa parte del edificio (Ver secuencia constructiva casa chorizo y peluquer�a). As�, existen indicadores cronotipol�gicos que nos llevan a plantear el remplazo de las baldosas preexistentes (Azcarate 2002; Borr�raz et. al. 2002; Criado Boado 1999; Quiros Castillo1996; Sch�velzon 1991, 1999).� Adem�s, las baldosas observadas en la planta baja son las mismas que las colocadas en la planta� alta y el sector de la casa sobre la calle Entre R�os. Se espera constatar esta propuesta a partir de la posibilidad de intervenci�n de los recintos de la planta baja levantando parte de los pisos actuales.

El recinto 41 � sala de luces, ubicado en el sector m�s alto del edificio posee ventanas banderolas en cada una de las paredes y dos mesas fijas de cemento, una de ellas con un tablero de luces. Desde all� se puede ver un gran �rea por fuera de los l�mites de la ex R.I.B.A. (Figura 3)

Figura 4. Planta Baja. Plano tomado del anteproyecto de la Fuerza A�rea.

Se observan en todos los muros de� los recintos varias superposiciones de pintura blanca, por lo menos dos (en los recintos m�s antiguos se pueden ver hasta cuatro) y, como se mencion�, algunos recintos pintados de color verde seco s�lo la mitad inferior de la pared. En otros casos las paredes fueron revestidas con machimbre barnizado de 1,26 cm, tomado desde el piso, tapando los signos de humedad. Tambi�n es un rasgo distintivo de este momento el revoque bolseado que presentan la mayor�a de las paredes que conforman el edificio.

Las caracter�sticas constructivas y sus modificaciones permitieron presuponer los cambios en la funci�n y organizaci�n de la casa. La instalaci�n el�ctrica� a la vista, los tableros, los grandes muebles amurados, la luminaria y las transformaciones de la arquitectura realizadas de manera desprolija y sin reparar en� las terminaciones respondieron a las necesidades practicas y funcionales de la ex RIBA, no est�ticas (Figuras 4, 5, 6 y 7).

Figura 5. Planta del primer piso. Tomada del anteproyecto de la Fuerza A�rea.

Figura 6.Planta de la azotea. Tomada del anteproyecto de la Fuerza A�rea.

Figura 7. Secuencias constructivas.

Remodelaci�n de peluquer�a: vivienda unifamiliar

La remodelaci�n� aparece declarada en los planos municipales del a�o 1971 como hecho consumado, en los lotes 21 y 22 sobre la calle Entre R�os. Pas� de ser una peluquer�a a una vivienda unifamiliar, lo cual implic� cambios en la organizaci�n del espacio. Se edificaron los recintos 14, 15, 17, 18 y 25, manteni�ndose as� hasta la actualidad y se construyeron tres habitaciones m�s en el espacio conformado hoy por los recintos 11, 12, 13 y 16.

Figura 8. Plano de catastro de la ampliaci�n de la peluquer�a.

Al cerrarse la edificaci�n con el muro perimetral, las ventanas y puertas del frente, sobre la calle Entre R�os, quedaron al interior de la construcci�n conformando espacios de guardado (recinto 17). Este recinto lindaba con un quincho (recinto 18), que permanece sin cambios hasta hoy.

Con respecto a los pisos y revestimientos de pared originales (azulejos y revoques) no se pudieron observar, ya que se perdieron con los cambios efectuados por las posteriores remodelaciones. El ba�o (recinto 15) es el �nico que a�n contin�a con las mismas caracter�sticas que fueron declaradas y descriptas en la �Memoria T�cnica de la Municipalidad de Mor�n (Censo 1969. Parcelas 21, 22, 24 y 25, Manzana 353. Mor�n, Buenos Aires, Rep�blica Argentina; Municipalidad de Mor�n. Departamento de Obras P�blicas, Plano de obra construida, Expedientes N� 2266-55; 41-60594-71, 1955).

La transformaci�n a una vivienda unifamiliar requiri� la refuncionalizaci�n y reorganizaci�n del espacio que implic� una mayor segmentaci�n, debido a la necesidad de nuevos recintos con prop�sitos espec�ficos, definidos de acuerdo a ciertas reglas impl�citas de comportamiento de una familia (Figura 8).

Figura 9. Plano de catastro de la peluquer�a.

Peluquer�a

Esta edificaci�n est� asentada en el lote 22 sobre la calle Entre R�os. Se poseen los planos de ella y de su posterior derrumbe, que corresponden a los a�os 1955 y 1971, respectivamente. Luego de su demolici�n se reconstruy� sobre el mismo espacio, anexando el lote contiguo. Se trata de una estructura simple con dos espacios, uno vinculado al sal�n de peluquer�a y el otro a un dep�sito.

La planta original ocupar�a el espacio que hoy se configura como recintos 11, 12, 13, 15, 17 y 25, que fueron construidos posteriormente en este mismo lugar (Figura 9).

Casa chorizo

En este caso no se tuvo �xito en la b�squeda de los planos originales de los lotes 24 y 25, por lo cual fue necesario realizar la reconstrucci�n de la planta, en funci�n de las caracter�sticas arquitect�nicas extra�das del relevamiento, su interpretaci�n y por el croquis realizado por un vecino. As�, la planta lograda corresponde a una casa chorizo con una modificaci�n posterior, realizada aproximadamente entre la d�cada de 1950 � 1960. Estas modificaciones podr�an estar relacionadas con la ocupaci�n de la familia D vi propietaria tambi�n de los lotes 21 y 22. Ambos se comunicaban con el fondo del lote 24 (Municipalidad de Mor�n. Departamento de Obras P�blicas, Plano de obra construida, Expedientes N� 2266-55; 41-60594-71, 1955).

El sector correspondiente a esta construcci�n es aquel con vista a la calle San Mart�n e incluye los recintos� 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9,� 26 y 27 (Figura 10).

El patio central o de distribuci�n (recinto 26 y 27) de ese sector de la casa es signo de una antigua construcci�n llamada habitualmente chorizo. El mismo posibilita� la vinculaci�n entre los ambientes que lo rodean, como as� tambi�n existen recintos con doble o triple circulaci�n (3, 4, 5 y 6) que permiten la comunicaci�n entre varios recintos contiguos, sin tener que atravesar el espacio central.

La casa chorizo (Zarankin 1999) es caracter�stica de finales de siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Se define por una planta asim�trica, con un patio central (abierto o cerrado), el cual daba acceso a las habitaciones que se conectaban entre s� mediante circulaciones alternativas.

A pesar de que no se realiz� el relevamiento de todos los sanitarios, se pudo observar que el ba�o principal de la planta baja (recinto 6) pertenece a la construcci�n original. Sin embargo, los suntuosos accesorios que presenta (mesada, jaboneras y pisos de m�rmol blanco y la ba�era de grandes dimensiones, entre otras cosas) podr�an corresponder a la modificaci�n de la casa chorizo como hemos hecho referencia m�s arriba (de la Flia. D).

Figura 10. Planta de reconstrucci�n de la casa chorizo.

El relevamiento de las U.E. permiti� determinar cu�les fueron aquellas que corresponden a esta secuencia, entre ellas las capas de pintura en tonos blanquecinos.

Se distinguen varias rupturas en la secuencia constructiva original. En la fachada se observan patrones constructivos en la terminaci�n y ornamentaci�n, que indican un primer momento de edificaci�n y una modificaci�n posterior, como ya se hizo menci�n. La terminaci�n de la superficie es de cemento alisado combinado con un revestimiento de cemento coloreado rojo, que posteriormente fue pintado de color blanco. Esto pudo ser observado a partir del orificio de tiraje del tiro balanceado (indicador de una intervenci�n m�s tard�a), ubicado sobre el recinto 4. A trav�s del mismo se ve el perfil del muro, en el cual se identifican el tipo de aparejo, el mortero y el revestimiento exterior (Figura 11) Adem�s se ve el muro de lo que fuera la terraza, a la que se ten�a acceso por una escalera ubicada en el sector trasero de la casa desde el exterior (se observan restos de la losa en el recinto 7) y en el croquis del vecino. Por otro lado, en el recinto 3, en el lugar que ocupa la ventana hoy existi� una puerta de acceso a la casa que da al frente sobre la calle San Mart�n. Esto se puede inferir debido a que fue levantado y revocado un muro bajo, entre el piso y el alfeizar de la ventana, obstruyendo la antigua entrada. Tambi�n se ven gu�as que posiblemente fueran de una compuerta para prevenir inundaciones; adem�s fue colocada una reja de las mismas caracter�sticas, que las del sector perteneciente a la peluquer�a (hierro secci�n plana con dise�o romboidal). Mientras que la ventana del recinto 4 mantiene las caracter�sticas originales: no ha sido removida, posee una reja de caracter�sticas barrocas y se encuentra m�s baja. Sin embargo, el resto de las aberturas que pertenecen a esta secuencia constructiva mantienen las mismas caracter�sticas materiales y de estilo, entre ella, aberturas de madera maciza, con banderola superior y molduras en sus laterales.

Figura 11. Vista de Fachada de la casa chorizo.

Sobre el sector norte de la fachada se distingue una posible abertura de una galer�a lateral que fue tapiada. La terminaci�n de la superficie es descuidada, se trata de un revoque grueso, cortando las l�neas de construcci�n original.

Este espacio es el recinto 2 y fue producto de los cambios de la casa chorizo que llev� a cabo la familia D. El mismo se destin� como biblioteca y ten�a acceso desde el exterior.

A partir de comentarios recibidos se cuenta con datos sobre la existencia de un s�tano perteneciente a la casa original, cuyo acceso hoy se encuentra obturado y no tenemos informaci�n de que haya sido rellenado. El mismo se hallar�a debajo de los recintos 1, 7 y 8 y se habr�a utilizado para guardar cuadros. Actualmente, la investigaci�n de este sector depende de la resoluci�n del proceso legal bajo el cual se encuentra la propiedad (Vecino com. pers. 2006).

En resumen, existen elementos de los cuales se pueden inferir posibles agregados, modificaciones, refacciones o remodelaciones que marcan un uso diferente al de la ex R.I.B.A.. (Figura 12)

Figura 12. Vista de recintos 24 y 9.

Discusi�n

A partir del relevamiento arqueol�gico-arquitect�nico realizado en la ex R.I.B.A. se propone el t�rmino deconstrucci�n� para dar cuenta de las secuencias constructivas como si fuesen estratos sedimentarios que se excavan y se van descomponiendo en una matriz. Por otro lado, por medio de los diferentes documentos recopilados tras el trabajo de archivo, se estableci� una interrelaci�n constante entre ellos y el registro material, siendo a veces coincidentes y otras discordantes. De estas relaciones,� entre las fuentes documentales y la evidencia material, es de donde se extrae la verdadera riqueza, debido a que las coincidencias o diferencias son significativas y generan nuevas hip�tesis, explicaciones y discusiones. Mientras tanto, la ausencia de algunas fuentes (en este caso� parte de los planos originales), o la dificultad de conseguirlos,� no debe tomarse como un faltante casual, sino como un dato que se vuelve significativo, reflejo de una historia de ocultamiento, corrupci�n, miedo, etc. que caracteriz� la historia argentina desde la d�cada de 1970 y que dej� sus relictos en la actualidad.

Este tipo particular de contextos difiere de los habitualmente trabajados por arque�logos en varios aspectos. El investigador se encuentra en una posici�n compleja en el abordaje de este tipo de sitios. En primer lugar, el objeto de investigaci�n es parte de la historia reciente, que directa o indirectamente est� relacionado con el investigador mismo, ya sea por tener seres cercanos desaparecidos o ex detenidos desaparecidos, por haber vivido en esos a�os nefastos o simplemente por el compromiso social que lo compete como ciudadano.

En segundo lugar, por la tem�tica tratada, existen otros sectores de la sociedad que poseen intereses contrapuestos. Estos sectores realizan acciones que tienen por motivo entorpecer el esclarecimiento de esta historia, como por ejemplo la p�rdida ocasional de documentaci�n relacionada con el sitio.

En tercer lugar, siempre y m�s en estos contextos, el rol del arque�logo va m�s all� de la b�squeda de la objetividad,� lleva consigo un plus de responsabilidades extra cient�ficas, entre ellas legales, de contenci�n (el investigador est� en contacto permanente con ex detenidos desaparecidos y familiares de v�ctimas de Terrorismo de Estado), donde el sujeto interviene activamente en la toma de decisiones de la pr�ctica social (Haber 2006).

En el caso aqu� presentado, el trabajo en el marco del �Programa de recuperaci�n de espacios y memorias vinculados al Terrorismo de Estado� del Municipio de Mor�n, implica que las decisiones y necesidades inherentes a una investigaci�n deben adaptarse a las necesidades pol�ticas del Estado municipal. As�, parte del tiempo de la producci�n cient�fica, se destina a responder a necesidades del Estado y otros organismos no gubernamentales. Por otro lado,� esta relaci�n con el aparato estatal permite tener acceso a diversos recursos (econ�micos e informativos) que no se lograr�an desde otros �mbitos. Tambi�n el lugar que ocupa el proyecto dentro del �mbito institucional,� sumado a las pol�ticas de participaci�n ciudadanas impulsadas por el estado municipal,� permiten mantener el contacto cotidiano con la comunidad. En este sentido, se considera a la comunidad como� un agente activo en la investigaci�n a trav�s de varias acciones como el aporte de informaci�n (memoria oral, fotograf�as etc.), y la participaci�n en actividades impulsadas desde diferentes �mbitos. As� es importante la relaci�n entre la comunidad� y el investigador en cuanto a� la obligaci�n� de este �ltimo de llevar adelante una ciencia socialmente �til (Delfino y Rodriguez 1989). De esta manera la relaci�n que se da entre el Estado, la comunidad y el investigador, permite� legitimar el papel de la ciencia en su aporte a la reconstrucci�n de nuestra historia reciente, la b�squeda de justicia, y� permite desarrollar el potencial del investigador como actor modificador de la sociedad (G.I.A.A.T. 2003; Haber 2006; Mc Guire y Navarrete 1999).

Se identificaron y analizaron cuatro secuencias constructivas (R.I.B.A., ampliaci�n de la peluquer�a, peluquer�a y casa chorizo), en las cuales se visualizaron cambios arquitect�nicos que se corresponden con los diferentes usos del sitio. Por cuestiones de espacio y objetivos planteados, el an�lisis se centr� en la etapa de utilizaci�n m�s tard�a del sitio, la R.I.B.A..

En este an�lisis fueron de utilidad los conceptos desarrollados por Foucault (1989 [1975]), en torno al Pan�ptico y al ejercicio del poder a partir de la organizaci�n espacial. La distribuci�n de la mayor�a de los recintos y su modo de acceso, mediante pasillos comunes o entradas alternativas, creaba l�mites artificiales a fin de confinar y controlar los cuerpos. Del mismo modo, se tuvieron en cuenta las ideas de De Marrais et al. (1996), para quienes la ideolog�a es parte de la cultura y a su vez existe un proceso de materializaci�n de �sta. Se considera adem�s, el espacio como socialmente construido y la arquitectura como reflejo de ello; la disposici�n de los recintos y sus relaciones implican decisiones no casuales y vinculadas a las necesidades e ideas de sus constructores/usuarios. Por lo tanto, los individuos est�n circunscriptos, no por medios f�sicos o directos sino por la posici�n de los recintos, cuya funci�n es condicionada de acuerdo a la posici�n que ocupan. En este sentido, mientras que los recintos de dif�cil acceso y sin conexiones otorgaron mayor privacidad, los m�s accesibles y con m�s vinculaciones son m�s p�blicos y permiten una mayor circulaci�n. Es por ello que recintos como la cocina del primer piso (38), el comedor (37) y el vestuario (39) se configuraron como espacios comunes de f�cil acceso, mientras otros lugares ven� restringido su acceso. Un ejemplo es el pasillo de la planta alta (30), mediante el cual a partir de la posibilidad de circular por �l o la circunscripci�n a �l genera mecanismos autom�ticos de control, donde los caminos de acceso est�n bien demarcados, sin viabilidad de evadir ese paso hacia los tres recintos que dan acceso por rutas alternativas. Por otro lado, a pesar de existir una gran segmentaci�n del espacio, hay una fuerte interrelaci�n entre los recintos a partir de la red de centrales telef�nicas distribuidas por todo el edificio. Esto tambi�n es una forma de� integraci�n del espacio, reduciendo las distancias que se necesitan recorrer para comunicarse, configur�ndose una vez m�s como un medio de control.

La relaci�n de control con el exterior se infiri� a partir de la observaci�n del recinto 41 (sala de luces). �ste, ubicado sobre el nivel del techo, con ventanas en todas sus paredes, permite gran visibilidad de toda el �rea circundante. Se podr�a considerar que opera de manera similar a la torre del Pan�ptico, desde donde se instaura el control garantizando un funcionamiento autom�tico del poder (Foucault 1989 [1975]). Del mismo modo, la escasa visibilidad que se tiene desde afuera del edificio, operando como un lugar oculto y ejerciendo una permanente sensaci�n de estar vigilado, genera� en el imaginario colectivo� m�ltiples representaciones de lo que sucede muros adentro, que se relaciona con la percepci�n de los individuos (Vecina/o com. pers. 2006 a y b; Vecina com. pers).� En la actualidad se est�n procesando los datos obtenidos mediante una encuentra realizada a finales del 2007 en el radio cercano a la ex RIBA. En este sentido, los datos obtenidos� nos permitir�n enriquecer nuestra investigaci�n.

A la luz de las teor�as revisadas se vislumbra una compleja organizaci�n del espacio que responde a la necesidad de ejercer el control y la coerci�n, donde la violencia se desarroll� a trav�s de diferentes mecanismos (f�sicos y mentales) (Foucault 1989 [1975]). Esto se ve tanto en el interior de la casa, a trav�s del control que pudo efectuarse sobre los ocupantes del edificio y las tareas realizadas all�, como en la relaci�n de la R.I.B.A. con su entorno pr�ximo (barrio).

Conclusiones

Las modificaciones observadas pueden ser interpretadas como reflejo de las necesidades e intenciones de los individuos que utilizaron el sitio, de acuerdo a un objetivo determinado, estructurando el espacio de manera significativa. Las cuatro secuencias constructivas identificadas (R.I.B.A., ampliaci�n de la peluquer�a, peluquer�a y casa chorizo) dan cuenta de ello.

La conformaci�n actual del edificio (vinculaci�n entre ambientes y la relaci�n con el entorno) permiti� inferir la existencia de relaciones de poder al interior y al exterior del sitio.

Los estudios efectuados hasta ahora son de car�cter preliminar. As�, los trabajos futuros se proponen profundizar el an�lisis; entre otras cosas se prev�n realizar muestreos estratigr�ficos de los colores de las paredes por medio de cateos, el an�lisis en detalle de cada uno de los recintos y la� retroalimentaci�n entre los datos obtenidos y las entrevistas que se vayan realizando a lo largo del proceso de investigaci�n. Por otro lado se intentar� comprobar si el lugar fue utilizado como C.C.D., para lo cual se requiere profundizar la investigaci�n e incrementar la cantidad de testimonios que aseveren dicha funci�n. Es necesario� destacar la importancia de estos trabajos como herramienta� para aportar a la justicia,� por ejemplo en el reconocimiento de ex detenidos desaparecidos de su posible lugar de detenci�n.

Finalmente, se sostiene que el investigador siempre est� posicionado desde un presente y un contexto hist�rico y cultural que condiciona su visi�n sobre el pasado (Hodder 1982; Funari� y Zarankin 2002; Orser 1999). Por tal motivo, el arque�logo debe desarrollar un programa de investigaci�n que responda a los intereses cient�ficos y a las necesidades de la comunidad, realizando un aporte a la reconstrucci�n de nuestra historia y al ejercicio permanente de la memoria. (Delfino y Rodr�guez 1989; Haber 2006).

Agradecimientos

A Emiliano, Sof�a y Lola por sus aportes y correcciones.� A la Dra. Ver�nica Seldes y Lic. Antonela Di Vruno por su apoyo, sus consejos y contribuciones.

Al Equipo Arqueol�gico de Pozo de Rosario por su aporte y asesoramiento en lo referido a cuestiones metodol�gicas.

Al Dr. Rafael Curtoni por sus aportes y correcciones.

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i En los planos de catastro de 1955, la Sra. D, figura como due�a de la propiedad y con domicilio en San Mart�n 784/6 (Municipalidad de Mor�n. Departamento de Obras P�blicas, 1955 y otro de 1971, Plano de obra construida) (los n�meros de expediente no son citados por estar inscriptos en causa judicial en proceso, disponibles en el Archivo Documental de la Direcci�n de Derechos Humanos de Mor�n).

[ii]� Las comunicaciones personales se englobaron bajo el nombre Vecino por resguardo de identidad de las personas,� al igual que los datos que refieren a personas f�sicas dentro de causas judiciales.

[iii] Decretos varios del a�o 1965 (los n�meros de expediente no son citados por estar inscriptos en causa judicial en proceso, disponibles en el Archivo Documental de la Direcci�n de Derechos Humanos de Mor�n).

[iv] J. C. L. se desempe�� en la R.I.B.A. entre 1976 y 1980. Declar� en causa judicial sobre sustracci�n de menores (los n�mero de expediente no son citados por estar inscriptos en causa judicial en proceso, disponibles en el Archivo Documental de la Direcci�n de Derechos Humanos de Mor�n).

[v] Se debe tener en cuenta que en la primera entrada que se hizo a la casa, algunos objetos fueron movidos de su lugar original, o por lo menos del que se encontraban antes de comenzar las investigaciones. Ejemplo: en el recinto 5 hab�a un sill�n de pana verde, que fue movido a otro recinto; un gab�n� azul en la misma habitaci�n, se coloc� sobre el escritorio del recinto 4 y se le quitaron los botones; etc.

Vi Con la referencia de Flia D. se refiere a lo mismo que en el punto ii, donde las identidades deben ser resguardadas, trat�ndose de la familia que habita la casa en los �50-�60.

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