ISSN 1851-0027

A�o 2007. N�mero 2: 84-105

comechingonia.com

Circulaci�n de Bienes y Patrones de Descarte en la Estancia Iraola

Lic. Marco Antonio Giovannetti

Lic. Ver�nica Lema

Depto. Cient�fico de Arqueolog�a

Museo de Ciencias Naturales de La Plata

F.C.N.yM.-U.N.L.P.

Resumen

En el actual bosque de la ciudad de La Plata� ha sido hallado el emplazamiento exacto de la antigua Estancia que perteneciera a la familia Iraola, establecimiento que funcionara previamente a la fundaci�n de la capital provincial en 1882. En los terrenos que hoy pertenecen al observatorio de La Plata fue hallado un interesante pozo de descarte de material que fuera excavado casi en su totalidad. En el mismo fue posible hallar una ergolog�a de lo m�s variada, encontrando tanto restos de elementos consumidos cotidianamente (comida por ejemplo) como herramientas de trabajo y distintos tipos de vajilla de la �poca. En este trabajo presentamos los resultados del an�lisis de los materiales obtenidos haciendo especial �nfasis en las pr�cticas cotidianas y las costumbres de las personas que finalmente descartaran los materiales recuperados arqueol�gicamente. Se intenta a su vez trazar la posible relaci�n de procedencia de los materiales (sobre todo la vajilla) para inferir costumbres de consumo en emplazamientos rurales de la elite del siglo XIX.

Palabras claves: Estancia Iraola- Pozo de descarte- Siglo XIX

Abstract�

At the actual woods of la plata has been found the precise location of Old Estancia, once under the ownership of the Iraola family, establishment that functioned previously to the foundation of the capital in 1882. An interesting pit of discarded material was found in the lands that belong to the La Plata Observatory and was excavated nearly in its totality. At the pit it was possible to find a broad variety in ergology, and the remainings of daily consumption materials were found (food remainings for example) as well as work tools and different kinds of silverware from those times. In this work are presented the results of the analysis of the materials gathered, with a special emphasis in the day-to-day practices and the habits of the people who finally discarded the materials archaeologically recovered. At the same time there is an attempt to establish the possible relationship between the materials and their origin (especially with the silverware), to make inferences on the consumption habits of the rural establishments of the XIX century elite.�

Keywords: Estancia Iraola- Waste pit � XIXth Century

Introducci�n

En el siguiente trabajo se presentar� el an�lisis de un pozo de descarte de basura hallado en el predio que perteneciera a la antigua estancia de la familia Iraola, emplazada en los terrenos que actualmente ocupa el Bosque de la ciudad de La Plata en un per�odo previo a la fundaci�n de la misma (Igareta,2002). Se tomar� el pozo de basura como unidad de an�lisis para poder aproximarnos a los patrones de descarte asociados directamente al mismo, y para inferir las caracter�sticas de la circulaci�n de los bienes que han sido recuperados en este sitio en particular. La idea de circulaci�n refiere a los distintos momentos o etapas por los que fueron pasando estos objetos desde su adquisici�n hasta terminar como basura en un pozo de descarte. Consideramos que estos distintos momentos (en forma simple y esquem�tica: adquisici�n, uso, reutilizaci�n y descarte) estar�n determinados por los diversos actores que los han manipulado a lo largo de las diferentes etapas. Es bien conocido que la mayor parte de las estancias pampeanas de la segunda mitad del siglo XIX presentaban un complejo mosaico de actores interactuando entre s�. Cada una de estas personas se diferenciaba seg�n categor�as sociales y econ�micas que los llevaban a consumir y a usar los bienes materiales de forma distinta de acuerdo con su poder adquisitivo, valores y costumbres particulares.

La interacci�n entre los diferentes actores se daba en distintos niveles, de los cuales se destacaba la relaci�n de dependencia econ�mica entre patr�n y empleados. La primer categor�a agrupa en este caso a la familia Iraola, propietaria de la estancia. La segunda categor�a en cambio presenta una mayor diversidad ya que dentro de la misma podemos ubicar la servidumbre de la casa, trabajadores y peones rurales y otros con actividades espec�ficas (cochero, jardinero, etc.).

Ubicaci�n y descripci�n del pozo de basura.

���

�� El pozo de descarte que analizaremos en este trabajo ha sido ubicado en un sector de los terrenos del Observatorio Astron�mico de la UNLP, inmediatamente contiguo a la avenida Iraola. En el contexto de la �poca que nos interesa, el pozo de basura se hallaba pr�ximo a dos estructuras rectangulares de dimensiones considerables (una de 30x10 mts, y� otra de 17x10 mts.) cuya funci�n desconocemos hasta el momento aunque consideramos que podr�an tratarse de las caballerizas de la estancia. El mencionado pozo de basura se encontrar�a a 105 mts. del casco principal en direcci�n noreste.

�� Lo investigado hasta el presente en relaci�n a sitios de descarte en la provincia de Buenos Aires durante el siglo XIX nos muestra distintas variantes de acuerdo al �mbito en el que se emplazaban. Al parecer los pozos de descarte rurales se diferencian enormemente de los urbanos donde se hac�an profundas perforaciones en el suelo para arrojar dentro la basura y evitar de esta forma problemas de higiene,� mal olor y falta de espacio (cuanto m�s profundo el pozo m�s desperdicios podr�an arrojarse) (Sch�velson y Silveira,1998). Estos no eran problemas en sitios rurales ya que se dispon�a de grandes dimensiones de terreno donde realizar sucesivos pozos alejados de las zonas de vivienda. Estos pozos se caracterizaban, al contrario de los urbanos, por ser m�s extendidos en superficie y menos profundos (Silveira com. pers. ). Asimismo hemos podido observar actualmente las mismas actitudes para la disposici�n de los desperdicios en estancias de la provincia de Buenos Aires. Un panorama muy diferente se observa en los fortines del siglo XIX de la provincia donde para el descarte de basura se usaban grandes �reas como las barrancas de los r�os, tal como lo demuestran las investigaciones del Fuerte San Mart�n (Langiano et. al. 2002) y Cant�n Tapalqu� Viejo (Mugueta et. al.2002).

���� A partir de esto consideramos que nuestro hallazgo se adecua a las caracter�sticas presentadas como distintivas de un pozo de descarte rural: extendido en superficie y poco profundo.����

��� �Con respecto a la excavaci�n del mismo se han realizado dos cuadr�culas contiguas de 1x 1mts. junto con dos extensiones menores, todo lo cual arrojar�a una dimensi�n aproximada del pozo de 1,5 x 2 mts. La excavaci�n alcanz� una profundidad de 0,60 mts. Si bien la excavaci�n no ha concluido a�n, hemos decidido avanzar en el an�lisis de los objetos extra�dos hasta el momento debido a la gran cantidad y diversidad de material recuperado, lo cual, a nuestro entender, justifica un avance en la investigaci�n como el aqu� presentado permitiendo adem�s replanteos y ajustes que pueden ser de utilidad al momento de seguir con las tareas de campo. De todos modos las interpretaciones aqu� presentadas ser�n objeto de revisi�n (y reformulaci�n en caso de ser necesaria) una vez finalizada la excavaci�n.

Objetos recuperados en la excavaci�n

���

��� De los tipos de material que hemos hallado resultan ser m�s abundantes los fragmentos de loza y vidrio. En el primer caso contabilizamos un n�mero m�nimo de objetos (NMO) de 20, correspondientes en su totalidad a vajilla, principalmente platos (12), 1 bowl y 1 taza. Los fragmentos que constituir�an las 6 piezas restantes no permiten reconocer la forma original, pero se distinguen claramente como distintos por caracter�sticas tales como forma y decoraci�n de sus bordes, tipos de pasta, etc. Considerando otra categorizaci�n, contamos entre las mismas 13 piezas whiteware, 3 pearlware y 4 de porcelana.

��� Como hab�amos hecho referencia, el vidrio era el otro tipo de material m�s abundante, siendo recuperados del pozo un NMO de 28 botellas y frascos: 5 limetas, 1 damajuana de aproximadamente 10 litros, 17 botellas cil�ndricas (de las cuales 15 se corresponden con las com�nmente asignadas para vino y 2 de menor di�metro posiblemente de licor o jerez), 1 botella rectangular de t�nico con la inscripci�n �Genuine Sarsaparilla � Bristol�s- New York�, 2 frascos de conserva y 2 frascos peque�os de remedio. Se han recuperado adem�s restos de vidrios planos de 8mm de espesor (posiblemente de ventana) y el extremo de una tulipa de l�mpara con partes de una inscripci�n (DUR...) en su interior.

��� En cuanto al gres, otro de los tipos m�s frecuentes de material que se halla en contextos del siglo XIX, s�lo se han encontrado dos fragmentos: uno de gres blanco, posiblemente correspondiente a los t�picos porrones de cerveza, y un asa de gres con engobe marr�n correspondiente con toda probabilidad a una botella de ginebra.

��� Por otra parte hemos recuperado de este contexto una considerable cantidad de objetos corrientemente denominados en la literatura arqueol�gica como �dom�sticos�. Son 19 botones (9 de pasta de vidrio blanco, 6 de hueso, 3 de n�car y 1 de metal), una hebilla de cintur�n y otra de zapato, restos de calzados como tacos, suelas y fragmentos de cuero. Hallamos tambi�n una medalla de aluminio con las im�genes de San Jos� y la Virgen de la Misericordia presentando la inscripci�n en lat�n �Mater misericordiae ora pro nobis�, en una de las caras, y en la otra, la leyenda � S. Jos� rogad por nosotros�. Entre los objetos de uso personal contamos con un fragmento de ca�o de pipa de caol�n blanca con inscripciones grabadas que lamentablemente son ilegibles. Tambi�n restos de un l�piz de grafito, para sumar variedad a la cantidad de objetos encontrados en el pozo de basura.

�� En lo referente a objetos de metal, �stos resultaron ser llamativamente abundantes. Hallamos herramientas de trabajo, como una horquilla para emparvar de tres puntas, una pala rota, parte de la hoja de un arado, alambres,� 96 clavos (algunos en buen estado).

Tambi�n se recuper� una herradura gastada con los clavos doblados aun en sus claveras, una chaira cil�ndrica para afilar cuchillos, una cuchara de sopa, dos mangos de sartenes y� bisagras de varios estilos. Contrastando completamente con la funci�n de los antes mencionados� aparece un objeto muy singular: se trata de parte de una bomba/irrigador de enema fabricada en plomo de mediados del siglo XIX. Es de origen franc�s y corresponde al �verdadero sistema de irrigaci�n del Dr. Eguisier� tal como lo dice la inscripci�n en una placa de bronce adosada, la cual cuenta tambi�n con las fechas de dos menciones a la calidad otorgados al producto en 1849 y en 1855. En hojalata contabilizamos 5 contenedores o latas del tipo usado en la �poca para tabaco o yerba, en muy mal estado de conservaci�n.

�� Los materiales de construcci�n tambi�n se hicieron presentes en una gran diversidad de formas, destac�ndose entre estas: una teja francesa de la marca Pierre Sacom�n de Marsella con el motivo de un ancla en relieve y una baldosa del mismo origen de pasta amarilla con la marca impresa en la base donde s�lo pueden verse las letras �PL� �DU�, presentando en la cara visible tres franjas de color amarillo, marr�n y rojo ocre.��

�� No podemos dejar de mencionar el hallazgo de gran cantidad de restos �seos descartados como desperdicios del consumo de carne que no ser�n analizados en este trabajo, sino que ser�n motivo de otra publicaci�n (Bogan y Gonz�lez Venegas, MS.).

Din�mica propia del pozo de basura

��� Destacaremos ahora lo que denominamos como din�mica propia del pozo de basura siendo �ste un aspecto importante del an�lisis ya que nos permite obtener informaci�n acerca de los comportamientos asociados� directamente con el manejo de la basura en el pozo de descarte mismo.

�� Comenzando con la caracterizaci�n del estado en que se nos present� la basura (el material arqueol�gico) en el interior del pozo, podr�amos asegurar que no hemos encontrado se�ales de que la misma hubiese sido quemada in situ. Tampoco creemos que hubiera sido revuelta, ya que hemos encontrado restos de animales articulados, y porque adem�s no percibimos beneficios inmediatos en esta acci�n (al contrario, genera mal olor y mayor volumen) salvo que se asocie a la quema de los desperdicios puesto que esto conllevar�a una mejor combusti�n (oxigenaci�n) y una reducci�n m�s completa del material.

�� Como segundo punto a destacar llama la atenci�n el hecho de que no hemos hallado ning�n elemento de loza o vidrio entero, por el contrario se hallaron todos altamente fragmentados. El elevado n�mero de fragmentos por pieza result� sorprendente y nos motiv� a buscar las causas que provocaron dicho fen�meno. Autores como Sch�velzon� (1998) y G�mez Romero (2001)� adjudican esta caracter�stica del material descartado -principalmente en contextos de bajo nivel socioecon�mico- al alto nivel de reuso que sufrir�an los objetos (en especial las botellas), lo cual llevar�a a su descarte solamente en caso de ruptura. Estamos de acuerdo con esta afirmaci�n y consideramos que en nuestro caso particular tampoco se descartaron objetos enteros. Pero tenemos la opini�n de que el hecho de que los objetos aparecieran altamente fragmentados no se debe solamente a esta causa, sino que en ello incidieron otros factores. Luego hemos podido constatar en contextos rurales actuales la pr�ctica com�n de rotura y hundimiento intencional de la basura una vez descartada en el pozo para reducir el volumen que ocupa en el mismo, lo cual se hace por medio� de golpes con un palo grueso o con una pala. A partir de esto comenzamos a buscar indicios que nos permitieran inferir esta pr�ctica en nuestro contexto.������� En primer lugar y como ya dijimos� hay un muy alto nivel de fragmentaci�n de las piezas. Resulta notable el caso de un botell�n de vidrio de una capacidad aproximada de 10 ltrs. que apareci� reducido a 320 fragmentos recuperados. Otro caso es el de un peque�o frasco de vidrio transparente cuyas dimensiones est�n entre 12,5 cm. de alto y 4,5 cm. de lado en la base, recuperado en 15 fragmentos faltando como m�nimo 6 para completar la pieza. Pero consideramos que la� prueba mas contundente son los numerosos �puntos de impacto� que presentan todas las botellas, incluso este peque�o frasco. Muchos de estos puntos se ubican en el espacio interno de la botella, lo cual implica que el golpe se efectu� luego de la rotura original. Adem�s constatamos� la presencia de golpes que ocasionaron solamente un lascado y no fueron el motivo de la fragmentaci�n de la pieza. En el caso de los metales si bien no est�n fragmentados s� son observables una serie de golpes, como en el caso del irrigador� de enema que presenta hundimientos en su estructura de plomo.� Por todos estos elementos sostenemos entonces, que pudo haber existido un proceso de trabajo sobre la basura, posterior al descarte de la misma en el pozo.

����� Otra caracter�stica que podemos inferir del registro es el lapso relativo de tiempo en que el pozo permaneci� en funcionamiento. Si bien es muy dif�cil estimar fechas precisas, podemos deducir que el mismo no perteneci� a un �nico evento de descarte. Creemos esto a partir de la gran cantidad de restos �seos de comida y la alta diversidad de clases de objetos que reflejan variados tipos de actividades. La gran cantidad de restos de comida podr�an haber sido tambi�n el� producto de un gran banquete y el pozo de basura su fiel reflejo. Pero esta idea queda desdibujada ante la diversidad de los otros materiales ya mencionada, que nos muestran una realidad distinta y m�s heterog�nea.�

�� Sintetizando lo antes expuesto, podemos intentar una aproximaci�n a las conductas y acciones que dieron origen a este registro: en un primer momento, se abri� un pozo de escasa profundidad pero extendido en superficie, a una distancia considerable de la casa principal. Este pozo fue abierto para ser utilizado no en un �nico evento de descarte sino a lo largo de un tiempo prolongado. La basura era peri�dicamente arrojada y, ante el aumento de su volumen, se realizaban acciones de apisonamiento y rotura del material para que ocupara menos espacio. Posiblemente se arrojaba tierra peri�dicamente� para evitar malos olores y la presencia de animales indeseables como ratas. Esta pr�ctica qued� evidenciada en el contexto donde se hallaron los materiales, distingui�ndose sectores donde los fragmentos se hallaban asociados casi sin sedimentos entre ellos, de otros donde descend�a el n�mero de fragmentos y se presentaba mayor cantidad de este �ltimo.

Cronolog�a del pozo de basura.

�� La presencia de elementos cuya temporalidad puede ser establecida nos ha permitido estimar un rango cronol�gico dentro de cuyos l�mites debi� haber permanecido abierto este pozo por un lapso espec�fico sumamente dif�cil de determinar. Si bien ciertos objetos de los que hemos hallado no poseen ning�n rasgo distintivo que nos permita una determinaci�n exacta de su fecha de fabricaci�n, poseen caracter�sticas f�sicas particulares que nos llevan a situarlos hacia la segunda mitad del siglo XIX. Este es el caso del botell�n de ginebra, cuyos caracteres morfol�gicos permiten diferenciarlo de los de la primera mitad del siglo por sus paredes m�s finas, escasas burbujas de aire en el interior del vidrio, color verde claro y buen acabado (La Rosa Corzo,1995). Otro caso ilustrativo es el de los botones de pasta de vidrio que comienzan a fabricarse hacia 1840, masific�ndose su uso con el avance del siglo (Sch�velzon, 1991). Entre los objetos de metal queremos destacar el caso de dos bisagras que presentan una cavidad alrededor de los agujeros para alojar la cabeza del tornillo, modelo que ingresa al pa�s en fecha posterior a 1860.

�� Hay otros objetos que al poseer elementos cronodiagn�sticos, como son las marcas y los sellos, nos han brindado la posibilidad de ajustar de manera m�s adecuada la cronolog�a.

Entre las botellas de vidrio contamos s�lo con dos casos en los que figura la marca del fabricante: una limeta �Schiedam� manufacturada en Holanda entre 1850 y 1880, y una botella del t�nico �Sarsaparilla-Bristol�s� cuyo modelo de envase comienza a venderse desde 1860 aproximadamente. En el caso de las lozas, s�lo poseemos un ejemplar con sello: se trata de la f�brica �Cochram� de Inglaterra, la cual comienza a funcionar desde 1846, siendo impreso nuestro sello en particular (Cochram-Glasgow-England) en sus productos hasta 1875.

�� El hallazgo de un plato de porcelana con el sello de un bazar porte�o nos ha brindado informaci�n de inestimable valor. Las inscripciones del mismo corresponde al �Bazar Col�n, calle Piedad 145-149, Buenos Ayres�. Son altas las probabilidades de que este bazar no haya abierto sus puertas sino hasta despu�s de 1871, ya que en un mapa mercantil de esta fecha en la calle Piedad 145-149 figura un almac�n a nombre de F. Guerri. Hacia la d�cada de 18801 las referencias a este bazar se hacen abundantes en las gu�as comerciales de la ciudad. Pudimos confirmar que este comercio permanece abierto hasta bien entrado el siglo XX, aunque sabemos que alrededor de 1894 el negocio cambia su numeraci�n siendo su nueva direcci�n calle Piedad 553.�

�� Otro elemento muy singular con un alto valor cronodiagn�stico es el irrigador de enema del �Dr. Eguisier�. Las menciones que figuran en la placa de bronce adosada a la pieza nos permiten asegurar que la fabricaci�n de este producto es posterior a 1855. Adem�s de esto, informaci�n obtenida a partir de cat�logos de coleccionistas nos permitieron averiguar que este producto era de frecuente uso para un per�odo posterior a 1870.

�� Un tipo de teja francesa de la marca Pierre Sacoman es otro elemento a tener en cuenta. Esta clase de tejas fabricadas en Marsella ingresan al pa�s hacia 1870, haci�ndose masivas para 1880 (Sch�velzon, 1991).

�� Para establecer un rango cronol�gico hemos cruzado la informaci�n de las fechas con que contamos para los diversos objetos recuperados del pozo, as� como los modelos y dise�os de los diversos elementos de vidrio, loza y metal recuperados, percibiendo que la mayor parte del material se agrupa en el �ltimo tercio del siglo XIX. Si sumamos a �sto los objetos con alto valor cronodiagn�stico (sellos y marcas) podemos situar los l�mites entre los cuales pudo haber estado abierto este pozo entre finales de la d�cada de 1860 y primeros a�os de la d�cada de 1880, momento en que se expropian los terrenos de la estancia para la fundaci�n de La Plata pasando el �rea donde actualmente se ubica el pozo de basura a formar parte del predio del actual Observatorio Astron�mico.

Din�mica de la vida en la estancia reflejada a trav�s del pozo de basura.

�� Partimos en este trabajo del supuesto de que en las estancias del siglo XIX estaban representados distintos sectores socioecon�micos : por una parte estaba el estanciero, representante de una elite de clase acomodada que pod�a vivir de forma permanente con su familia en el casco de la estancia (como creemos es el caso de la familia Iraola) o estar presente ocasionalmente. Por otra parte estaba el grupo de los trabajadores, entre los que podemos distinguir al personal de servicio (mayordomo, cochero, sirvientes) y los trabajadores rurales con diversas funciones. Todos ellos contaban obviamente con un menor nivel de vida en su posici�n de trabajadores asalariados.

�� Los actores de estos diferentes niveles socioecon�micos dispon�an de un conjunto de elementos materiales acordes a su posici�n social, posibilidades econ�micas, valores y costumbres. Dado esto, consideramos que el an�lisis de los restos recuperados nos permitir� descubrir ciertas caracter�sticas de estas personas as� como la din�mica de relaciones entre ellas.

�� La vajilla es uno de los elementos que m�s informaci�n puede aportar al respecto, ya que no era s�lo un implemento usado en la mesa, sino tambi�n un indicador de status social. En el pozo de basura hemos hallado un variado conjunto de ejemplares que nos han llevado a plantear las siguientes cuestiones:

- Los objetos de porcelana constituyen un 20% dentro del conjunto de vajilla, lo cual nos habla de una presencia significativa de la misma. Esto no es de extra�ar dado el marco cronol�gico del pozo y la posici�n social de los Iraola, sus posibles compradores. Una caracter�stica a destacar es la presencia de dos platos peque�os para servicios de t� o caf�, muy hermosamente decorados, pertenecientes a dos juegos distintos. Para mediados del siglo XIX la ceremonia del t� o del caf� era costumbre entre las clases sociales acomodadas, brindando una oportunidad para desplegar los delicados juegos que para ese entonces eran predominantemente de porcelana (Sch�velzon,1999). Creemos tener as� el primer indicio de la presencia de las personas potentadas de la estancia.

Otra de las importantes piezas de porcelana es un plato decorado con motivos naturalistas policromos, que posee en su base un sello que nos ha brindado informaci�n muy interesante: se trata del sello del Bazar Col�n de Buenos Aires ubicado en la calle la Piedad� 145-1492. Sabemos que a lo largo de la d�cada de 1870 Mart�n Iraola �propietario de la estancia para esa �poca- cumpli� con numerosos cargos p�blicos en Buenos Aires (fue sucesivamente Diputado provincial, consejero de la Municipalidad de Buenos Aires y Senador provincial) lo cual nos demuestra una presencia muy activa del estanciero en dicha ciudad. Creemos que estos datos hacen aumentar la probabilidad de que hayan sido los propietarios de la estancia quienes directamente adquirieron este tipo de objetos.

- Siguiendo con los bienes que consideramos fueron usados por la clase acomodada encontramos las piezas pearlware. Se han podido rescatar del pozo solo peque�os fragmentos correspondientes a tres piezas distintas, una de ellas con un motivo anular dendr�tico. Lo caracter�stico de estas piezas es que su producci�n masiva desaparece en la primera mitad del siglo XIX, permaneciendo como parte de la vajilla de lujo por varias d�cadas m�s, tal como lo han corroborado otras investigaciones arqueol�gicas (Sch�velson, 2001). Su presencia en este contexto de segunda mitad del siglo XIX no es de extra�ar, ya que era costumbre de las familias potentadas conservar este tipo de loza por muchos a�os.

- El conjunto de piezas whiteware muestra una complejidad mayor que las anteriores, puesto que hab�a modelos de uso corriente y otros de acceso m�s exclusivo. Ejemplo de esto �ltimo es un bowl anular pol�cromo -hallado en este sitio de descarte -cuya decoraci�n, calidad y forma van m�s all� de lo meramente utilitario, pero tambi�n nos hablan de costumbres sofisticadas en la mesa. Las restantes piezas whiteware no presentan ninguna caracter�stica distintiva que nos permita asignarlas con precisi�n a una� posici�n social o status, y por ende la filiaci�n de las mismas a un sector de la estancia resulta m�s dif�cil que en los casos anteriores.

-En las excavaciones se recuperaron ocho fragmentos de cer�mica que posiblemente correspondan a un NMO de seis. Una de las piezas es de pasta roja (oxidante), las cinco restantes son de cer�mica negra (reductora) con marcas de torno, una de ellas con un vidriado casta�o en ambas caras. Todas estas piezas corresponden al grupo de cer�micas com�nmente conocidas como �utilitarias�, las cuales fueron muy comunes a lo largo del siglo XIX en la regi�n del R�o de la Plata entre los sectores de bajos recursos (Sch�velson, 1999) y que pod�an ser adquiridas f�cilmente en las pulper�as pampeanas (Mayo, 1996). Dadas estas circunstancias creemos que es mayor la probabilidad de que el uso de estas piezas corra por cuenta de los trabajadores asalariados de la estancia, utiliz�ndolas tanto en sus quehaceres personales diarios o bien en la cocina de la estancia donde algunos trabajaban.

Pasemos ahora a tratar el otro elemento de mayor abundancia en el pozo de basura: el vidrio, el cual nos permitir� seguir aproxim�ndonos a los patrones de consumo de los distintos actores sociales de la estancia.

-A partir de los fragmentos recuperados hemos podido reconstruir cinco limetas, una forma de botella cuadrada que para el �ltimo cuarto del siglo XIX se asociaba con seguridad a la ginebra (Moreno, 1994), aunque no era extra�o que contuviera otras bebidas de consumo popular como el aguardiente. No debemos olvidar que en el siglo XIX la ginebra se consideraba como bebida de los niveles sociales bajos (Sch�velzon, 2001) lo cual nos abre el camino para pensar que esta clase de objetos fue manipulado por la gente que trabajaba para los Iraola. Lo mismo se puede pensar del botell�n de vidrio ya nombrado, el cual era muy com�n en el comercio de ginebra. Esta clase de botellones proven�an de Espa�a (La Rosa Corzo,1995) u Holanda (Sch�velzon,2000) y siempre eran utilizados con una base de mimbre para sostenerlos. Los mismos sol�an ser reusados para transportar y almacenar grandes cantidades de otros l�quidos, generalmente agua.

�- Entre los restos recuperados se cuenta con dos botellas cil�ndricas verde oscuro de s�lo 6 cm. de di�metro que posiblemente fueron de licor o jerez, un producto en cierta medida privativo para los sectores de bajos recursos.

-Las botellas m�s abundantes fueron las cil�ndricas (15 en total) cuyo contenido com�nmente se asigna a bebidas como el vino. Si bien se hallaron ejemplares de diversos colores y formas, todos corresponden a la t�pica botella alta y cil�ndrica de mediados del siglo XIX. La adjudicaci�n precisa a un sector de la estancia se hace muy dif�cil en �ste caso, ya que el vino era una bebida popular en todos los �mbitos, y la recarga de las botellas en las pulper�as una vez consumido el contenido original era una pr�ctica muy extendida. La diferencia de nivel socioecon�mico estaba relacionada con la clase de vino que se tomaba m�s que con el envase en el cual se transportaba.

-Dentro del conjunto se destaca un recipiente muy particular. Se trata de una botella rectangular transparente con la inscripci�n �Genuine Sarsaparilla � Bristol�s- New York�. Su contenido era un t�nico depurativo hecho a base de la ra�z de� zarzaparrilla, muy popular en Estados Unidos, desde donde era importado. Tenemos conocimiento de que aqu� se pod�a adquirir en algunas pulper�as y almacenes de ramos generales. Dado que no tenemos otros datos de importancia, como su precio, nos resulta muy dif�cil estimar los �mbitos sociales en los que circulaba com�nmente.

- Existen otros objetos de vidrio que son muy comunes en contextos de mediados del siglo XIX (ya que su consumo se vuelve masivo hacia esta �poca) y que aparecen en el pozo de basura evidenciando costumbres que se cristalizan para este momento: frascos de productos medicinales,� frascos de boca ancha para conservas y vidrios planos de ventana.

� Los objetos de metal, que resultaron ser llamativamente abundantes, nos brindan un� nuevo panorama para acercarnos al mundo del trabajo campestre generalmente asociado a gente de bajos recursos al servicio de sus patrones:

- Hallamos abundantes herramientas de trabajo como una horquilla, una pala rota, parte de la hoja de un arado, alambres, una chaira para afilar cuchillos y numerosos clavos entre otras cosas de menor importancia. Creemos que estos objetos representan los medios utilizados por los trabajadores rurales en sus faenas diarias, cuya adquisici�n posiblemente corri� por cuenta de la familia Iraola pero cuyo uso y descarte corri� por cuenta de los mismos trabajadores. Tambi�n se recuper� una herradura gastada con evidentes marcas de trabajo.�

- Otros objetos de metal, pero asociados a la esfera de lo dom�stico, son los restos de distintos contenedores de hojalata muy usados para guardar productos como yerba, az�car, tabaco, etc. Tambi�n se destacan dos mangos de sart�n de diferente tama�o y una cuchara de hierro extra�amente comprimida. Este simple elemento pod�a ser adquirido en cualquier pulper�a (Mayo, 1996) pero lo realmente significativo es que era pr�cticamente el �nico cubierto reconocido por los grupos bajos (Sch�velzon 2000).

�Contrastando completamente con la funci�n de los anteriores la bomba de enema de origen franc�s nos transporta al otro extremo de la escala social. Un instrumento de tan alta calidad utilizado para la costumbre tan extendida en la �poca de las purgas peri�dicas, nos habla de cierto poder adquisitivo que en este caso adjudicamos a la familia Iraola. Adem�s percibimos por esta clase de objetos -conjuntamente con los depurativos (Sarsaparilla Bristol)- el cuidado puesto sobre la salud general del organismo, finalidad alcanzada, seg�n los par�metros m�dicos de la �poca, con este tipo de pr�cticas.

�� Por �ltimo no podemos dejar de mencionar el descarte de ropa evidenciada por la presencia de botones y restos de zapato. En cuanto a los primeros estos pueden pertenecer tanto a indumentaria masculina (camisas) como femeninas. Hallamos tanto los de uso popular (pasta de vidrio y asta de vaca) como los de alta calidad (asta de ciervo). Observamos en fotograf�as de �poca que los trabajadores de campo utilizaban mayormente camisas que bien pod�an obtener en la mayor�a de las pulper�as (Mayo, 1996). En cuanto al calzado creemos haber identificado un ejemplar femenino por la altura del taco (3,6cm.) y por la curvatura y ancho de una suela (5 cm.). Una hebilla y restos de dos tacos son evidencia del descarte de por lo menos dos piezas m�s. Es altamente probable que los zapatos de cuero no hayan sido utilizados por los peones rurales ya que entre ellos era com�n el uso de alpargatas y botas de potro. Pero cabe la posibilidad que fueran tanto de la servidumbre que trabajaba en la casa como de la familia del patr�n.

Problem�tica de la reutilizaci�n

�� Una aproximaci�n como la anterior no es completa cuando se pretende un an�lisis exhaustivo de la vida �til de los objetos arrojados como desperdicios, ya que suelen perderse muy f�cilmente todos los pasos y todos los actores que intervienen en el lapso que media entre la adquisici�n de aqu�llos y su descarte definitivo. Uno de los pasos o instancias que debe rescatarse es la de la �reutilizaci�n�. La misma implica tanto el uso sucesivo de un mismo objeto por diferentes actores manteniendo su funci�n original, como su uso por el due�o original o por otro pero cambiando su funci�n. De uno como del otro creemos haber encontrado ejemplos en nuestra investigaci�n.�

�� Como ya hemos expuesto a lo largo del trabajo, el uso de las botellas para recargarlas sucesivamente con bebidas diversas era una pr�ctica muy frecuente en la �poca que nos compete. La evidencia de este tipo de pr�cticas ha sido probada m�s de una vez por la arqueolog�a a trav�s de contextos donde el material v�treo aparec�a completamente fragmentado. La explicaci�n de esto se relaciona con el hecho de utilizar los contenedores hasta su rotura definitiva (Sch�velzon y Silveira 1998; G�mez Romero y Bogazzi 2001).

��� A pesar de que consideramos que hubo una destrucci�n deliberada de los materiales dentro del pozo de basura, su an�lisis cuidadoso nos ha llevado a pensar que las botellas no habr�an llegado enteras al lugar de descarte. Esta idea surge a partir de dos indicios complementarios entre s�. Primero en el proceso de remontaje de las botellas observamos que ninguna pieza presentaba la totalidad de sus partes, por lo que pensamos que es altamente probable que las mismas hayan sido arrojadas al pozo una vez rotas, extravi�ndose en el proceso alg�n fragmento menor. El segundo indicio estar�a dado por numerosos fragmentos que hemos hallado aislados (tanto de botellas como de loza y cer�mica) y que indican que luego de romperse la pieza �sta fue descartada en otro lugar, llegando hasta aqu� solo los fragmentos perdidos que se recogieran tiempo despu�s. Para el caso resulta llamativa la forma en que fue descubierta la botella de� �Sarsaparilla Bristol�, ya que se hallaron dentro de su base� fragmentos mas peque�os del resto de la botella, indicando esto una modalidad particular para su descarte una vez rota. Teniendo en cuenta incluso una situaci�n como �sta, en que los fragmentos se hallaban en una cercana relaci�n contextual, no fue posible reconstruir en su totalidad la botella, lo cual nos habla de que antes de ser arrojada al pozo, algunos fragmentos se extraviaron, pudiendo ser arrojados luego en otro pozo de descarte.

��� Por todo lo expuesto en el p�rrafo anterior es que consideramos� que en la estancia Iraola se utilizaron una y otra vez la botellas (aunque la misma apreciaci�n se extiende para los objetos de loza). La explicaci�n de ello radica en dos aspectos: La dificultad para el abastecimiento de productos que implica el relativo aislamiento del �mbito rural y la presencia de trabajadores que no pod�an darse el lujo de deshacerse de una botella en buenas condiciones y conseguir otra nueva.����

��� Un ejemplo de reutilizaci�n donde el artefacto no s�lo cambia de usuario sino tambi�n de funci�n lo encontramos en lo que creemos podr�a ser un evento de reciclaje de plomo. Por una parte sabemos por la presencia del irrigador de enema �Eguisier� que se ten�a al alcance objetos industriales fabricados en plomo. Por otro lado hemos hallado en el sitio �fuera del pozo de basura- una boleadora de plomo del tipo ��anducera� de factura tosca, que evidencia su fabricaci�n local, una practica bastante com�n en el pasado entre la gente de campo. A esto se suma el hallazgo en el pozo mismo de una chorreadura s�lida de plomo producto de la manipulaci�n de dicho elemento, mostr�ndonos una etapa intermedia de lo que podr�a ser la pr�ctica del reciclaje de este metal en la estancia.

Conclusiones

Reconstruyendo los comportamientos en la estancia.

�� Para dar un panorama m�s acabado de los aspectos conductuales en lo referente a la din�mica de la estancia, retomaremos la idea de circulaci�n de bienes planteada en un principio. En lo que hace al origen o procedencia de los bienes, destaca el hecho de que�������� pr�cticamente en la totalidad de los casos se trata de mercader�a importada, algo que no resulta llamativo dada la cronolog�a que hemos adjudicado a este contexto de descarte. Muchos de estos bienes pod�an ser adquiridos en pulper�as y almacenes de ramos generales� de la zona3 , en tanto otros �probablemente los de mayor calidad- eran comprados en la ciudad de Buenos Aires. Como apuntamos anteriormente quienes comprar�an en locales porte�os ser�an posiblemente los Iraola y no los peones. Es probable que el estanciero no s�lo adquiriera los bienes para su uso personal y los de su familia, sino que tambi�n comprara mercader�a para sus empleados. Entre esta �ltima estar�an los implementos necesarios para que los trabajadores cumplieran con su labor (herramientas), y otras de �ndole m�s personal, como ropa, que muchas veces era considerada como parte de pago (Wedovoy,1994).

��� Concentr�ndonos en la cuesti�n de la utilizaci�n o uso de los distintos tipos de objetos, sugerimos que el mismo estaba determinado por las costumbres y h�bitos cotidianos de cada sector socioecon�micamente diferenciado. Parte de �stos h�bitos dictaban asimismo la vida �til del objeto y el momento de su descarte. Este �ltimo corr�a por cuenta propia en el caso de los trabajadores, pero en el caso de los estancieros, en cambio, era la servidumbre de la casa la encargada de esta acci�n. Es as� como lo que pod�a ser considerado por los patrones como un bien cuyo estado ameritaba desecharlo, pod�a no serlo para sus empleados, quienes optaban no por descartarlo sino por conservarlo para su reutilizaci�n, ya sea manteniendo la funci�n original (recu�rdese el ejemplo de las botellas) u otra diferente (v�ase el ejemplo del plomo) .

�� A trav�s del an�lisis anterior nos volcamos a creer que la pr�ctica de reutilizaci�n ser�a fundamentalmente llevada a cabo por el sector de los trabajadores asalariados de la estancia, ya que sus limitadas condiciones materiales de vida les llevar�a a adjudicar una mayor vida �til a los objetos. Reafirmamos entonces la idea de que la reutilizaci�n (de bienes propios y de la familia del patr�n) se reg�a por la pr�ctica y valores de los trabajadores. Consideramos adem�s la idea m�s abarcativa de que el descarte de todos los bienes que circulaban por la estancia se realizaba de acuerdo con los criterios y categor�as de los trabajadores (ya sea rurales o de servicio), quienes determinaban en qu� momento se habr�a de descartar un objeto, con o sin previa reutilizaci�n, de qu� modo y bajo qu� circunstancias. El manejo de la basura era parte de sus pr�cticas cotidianas, raramente la del estanciero y su familia, y por ende resulta un reflejo de sus conceptos, categor�as y valores.

Cruzando el alambrado: Vinculaciones con la situaci�n general del pa�s.

�� �Es posible que este pozo de basura nos pueda decir algo acerca de la situaci�n pol�tico-econ�mica de aquel per�odo? Nosotros creemos que s�, y en este sentido resulta ilustrativa la presencia de abundantes objetos de metal tales como los clavos (muchos de los cuales se encontraban llamativamente en muy buen estado). Tras la ca�da de Rosas y con el impulso de la segunda revoluci�n industrial los objetos de metal se fabrican en mayor n�mero y entran al mercado local a un menor costo. A esto se suma la presencia de un n�mero cada vez mayor de casas en Buenos Aires que se ocupan de la fabricaci�n local de dicha clase de objetos. Estas fueron creciendo gracias a las intermitentes pol�ticas proteccionistas de la primera mitad del siglo que hac�an que su presencia fuera indispensable aunque no cubrieran la demanda (Sch�velzon, 1991). Todo esto llevar�a probablemente a que el descarte de objetos de metal comenzara a ser m�s frecuente durante la segunda mitad del siglo XIX, sobre todo luego de la gran oleada de objetos extranjeros que entraban para este momento al pa�s. En este caso la reutilizaci�n pasa en mayor medida por las decisiones del patr�n, pero podemos establecer que �ste es un caso particular porque no son objetos que usualmente intervienen en la esfera de la vida dom�stica de los trabajadores, sino que incumben m�s a las propiedades del estanciero, quien se encargaba de reponer las herramientas de trabajo. Esto nos evidencia algo importante: los cambios en las pol�ticas econ�micas nacionales y las transformaciones econ�micas internacionales se reflejan de forma diferencial en el consumo de acuerdo a los sectores socioecon�micos que uno investigue. Asimismo en el caso del sector socioecon�mico m�s elevado,� las actitudes conservadoras/innovadoras de los sujetos influyen en los patrones de consumo y descarte, por lo cual uno esperar�a hallar evidencias de ello en los materiales recuperados. Creemos que el ejemplo de los clavos es ilustrativo de una actitud coincidente con las nuevas tendencias donde se descarta lo que antes sol�a ser reutilizado, en respuesta a las facilidades���������������� que brindaban las nuevas condiciones del mercado. Los clavos eran adquiridos por el patr�n, usados por los trabajadores y descartados por �stos pero en funci�n directamente de la toma de decisi�n del primero, ya que si bien se reutilizar�an algunos en el �mbito dom�stico de los trabajadores, la mayor�a se utilizaban en bienes del due�o de la estancia y si este decid�a descartarlos o reemplazarlos por nuevos, as� se hac�a. Caso distinto es el del plomo, un metal necesitado por los trabajadores para sus propias actividades, por lo cual no era descartado en funci�n de la orden del patr�n sino en funci�n de sus propias necesidades. Esto �ltimo es tambi�n el caso de muchos otros objetos, como ya explicamos anteriormente.

Comentario final.

�� Hemos intentado en este trabajo recrear un posible escenario de circulaci�n de bienes -desde su adquisici�n hasta su descarte- en el �mbito de una estancia pampeana de la segunda mitad del siglo XIX. Hemos visto como se relacionan dos grupos que representan a sectores socioecon�micos dispares y c�mo estos responden de manera diferencial a la adquisici�n, consumo y descarte de objetos, no s�lo en respuesta a los cambios sociopol�ticos mayores, sino fundamentalmente en relaci�n a sus posibilidades materiales concretas, sus categor�as y� valores propios.

NOTAS.

1 Los datos manejados son tomados de fuentes comerciales tales como la Gu�a Kraft y la Gran gu�a de la ciudad de Bs.As. editada por H. Kunz. No hemos podido localizar ejemplares previos al a�o 1885, por lo cual la fecha de apertura de este local nos es a�n incierta. A partir de estas fuentes se ha podido rescatar otro tipo de informaci�n vinculada a este local cuyos due�os Bono y Bruschi figuran como introductores de mercader�a al pa�s adem�s de ser los propietarios de una �ptica que funcionaba junto con el bazar.

2 En el cat�logo de la muestra �Peque�as, medianas y grandes tiendas� (realizada en el Museo de La Ciudad, Buenos Aires) escrito por el arquitecto J.M. Pe�a hallamos la siguiente cita: �...no podemos dejar de mencionar al �Bazar Col�n�, al �Bazar La Luna�, etc., ellos importaban los art�culos que en Europa estaban de moda, llegando a encargar, por ejemplo, a la f�brica de porcelanas Limoges juegos de platos pidiendo que pusieran al dorso y a fuego, el nombre del bazar.� Si bien no hemos podido a�n determinar con exactitud el origen de este plato de porcelana, esta cita resulta sugerente en cuanto a los diferentes tipos de la misma que ofrec�a el Bazar Col�n

-con su sello distintivo en la base- a su clientela en aquella �poca.

3 Contamos con informaci�n acerca de la presencia de dos pulper�as en la zona de Ensenada y Magdalena para inicios del siglo XIX (Mayo, 1996). Tanto la presencia de comercios de �ste tipo como la de almacenes habr�a ido en aumento con el avance del siglo XIX, a lo cual sumamos la fundaci�n de Tolosa en 1871 que habr�a implicado el aumento de negocios de �ste ramo.

AGRADECIMIENTOS.

Agradecemos a la Lic. A. Igareta y al Dr. D. Sch�velzon por la lectura cr�tica de este trabajo y sus correspondientes sugerencias, siendo las interpretaciones y conclusiones finales responsabilidad exclusiva de los autores.

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