ISSN 1851-0027

A�o 2007. N�mero 1: 1- 11.

comechingonia.com

El Registro Arqueobot�nico en el Sitio �Arroyo El Gaucho I� durante el Holoceno Temprano (8000-6000 AP) (Pampa de Achala, C�rdoba).

Valeria Franco Salvi

Laboratorio y C�tedra de �Prehistoria y Arqueolog�a�. FFyH UNC.

Resumen

El estudio de los carbones procedentes de sitios arqueol�gicos ha demostrado ser una t�cnica de ayuda para los an�lisis integrales en arqueolog�a. La determinaci�n de especies le�osas a partir de los restos carbonizados recuperados en contextos arqueol�gicos, permite realizar inferencias acerca de la funcionalidad de sitio y el uso del espacio como tambi�n aspectos referentes a las formas de selecci�n, distribuci�n y consumo de los �rboles.

Se analiza un alero que presenta ocupaciones diacr�nicas, en este caso, se toma el Componente 1 correspondiente a los momentos finales del Holoceno Temprano (8000-6000 AP), una etapa en la cual grupos de cazadores- recolectores empiezan a instalarse en los sectores serranos de la Provincia de C�rdoba.

Palabras Claves: uso del espacio- antracolog�a - cazadores- recolectores.

Archaeological sites charcoal analysis demonstrated to be a helpful for archaeological integral studies. The identification of wood species from charred remains obtained in archaeological context, allows making inferences about site function and use of space as well as the different strategies of tree selection, distribution and consumption.

It is analyzed a shelter that shows diachronic occupations until Middle Holocene (3.000 B.P). In this opportunity, it is only considered the 1� Component, correspondent to Early Holocen final moments (8.000-6.000 B.P), a period in witch hunter- gatherers groups start peopling the C�rdoba Province mountains area.

Key words: use of space, antracology, hunter-gatherers.

El sitio arqueol�gico �Arroyo El Gaucho I� (Figura 1) se localiza en el fondo de una quebrada, a 1.860 m.s.n.m en el sector meridional de la Pampa de Achala, en el oeste serrano de la Provincia de C�rdoba.�

Figura 1. El circulo se�ala la Pampa de Achala y la ubicaci�n del sitio �Arroyo el Gaucho I�.

La Pampa de Achala es una de las grandes extensiones de terreno relativamente llano, con una vegetaci�n herb�cea xer�fila, con bordes abruptos y profundas quebradas de dif�cil acceso, algunas de las cuales son verdaderamente imponentes, como la� del Condorito, por donde bajan los primeros afluentes del R�o Segundo (Capitanelli 1979).

El sector se caracteriza por un clima de altura (temperaturas bajas en invierno, grandes variaciones t�rmicas, aire seco, vientos fuertes, lluvias concentradas en una sola estaci�n, heladas frecuentes y algunas nevadas) donde el principal agente responsable de la conservaci�n de macrorrestos es la carbonizaci�n, el cual se vincula a todo tipo de fen�menos y actividades antr�picas en las que el fuego participa, ya sea de forma deliberada (v.g la utilizaci�n de combustibles o la torrefacci�n de granos) o accidental (v.g incendios o accidentes culinarios).

En este caso, los restos recuperados se caracterizan no s�lo por estar carbonizados, sino tambi�n� porque todos corresponden a especies le�osas (madera hecha carb�n).

Los macrovestigios presentes son en su totalidad ecofactos, es decir, restos vegetales que no evidencian modificaciones por el hombre, la le�a aparece solamente formando parte de fogones u otra actividad en la cual los vegetales no presentan modificaciones de origen antr�pico.�

En este sentido,� se esper� que el registro antracol�gico permitiese contribuir a la caracterizaci�n de las formas de subsistencia por parte de los grupos cazadores- recolectores que habitaron la regi�n (P�rez de Micou 2005).

Excavaci�n y procesamiento del material arqueol�gico

El �rea cubierta por el alero fue dividida en cuadr�culas de 1m de lado siguiendo a los ejes definidos por la l�nea de goteo y la perpendicular a �sta, dando nombres de n�meros a los segmentos conformados sobre el primero y de letras a los definidos sobre el segundo. De esta manera, se form� una trama cuyas cuadr�culas� (de 1m� de superficie) tienen un nombre formado por una letra y un n�mero espec�ficos (vg. A-1, B-2, C-2, etc).

Dentro de este reticulado, las cuadr�culas con sedimento disponible� eran muy escasas debido a la presencia de una gran roca con morteros que ocupaba casi la totalidad del interior del alero. Considerando esto, se seleccionaron las dos unidades que presentaban las mejores condiciones para su excavaci�n, A2 y C2, como lo indica la figura 2.

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Figura 2.� Plano del sitio Arroyo El Gaucho 1.

El procedimiento de excavaci�n sugiri� como la mejor opci�n, una excavaci�n por estrato y superficie real, nunca por planos abstractos. Sin embargo, para el caso de sitios donde la homogeneidad parece haber cancelado cualquier superficie visible, es necesario acudir inevitablemente a la� divisi�n por estratos horizontales. El caso del sitio AEGI, en el que no se pudieron diferenciar unidades sedimentarias heterog�neas, se corresponde con este problema. Por esta raz�n, la excavaci�n se realiz� mediante niveles artificiales de 5 cm de espesor, alcanz�ndose una profundidad promedio de 1.10m.

El material bot�nico fue obtenido a trav�s de la recolecci�n exhaustiva in situ y el tamizado total del sedimento (Bux� 1997). Esto permiti� la asociaci�n entre los restos vegetales y artefactos no bot�nicos en las diferentes capas que disponen el componente I. Se recogieron muestras sistem�ticamente en todos los estratos que presentaban carbones a simple vista y en concentraciones de cenizas como tambi�n, los macrorestos obtenidos del tamizado (2mm) que complementaron y evitaron el posible sesgo que pudo haber ocasionado la t�cnica de recolecci�n in situ.

Las dos metodolog�as se complementaron entre s� creando un cuerpo de datos que consiguientemente fueron analizados para obtener informaci�n sobre las relaciones entre humanos y plantas en el pasado (Bux� 1997).���������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� ���������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������

Con el objetivo de identificar las especies vegetales arqueol�gicas, se realiz� un an�lisis antracol�gico con una metodolog�a fundada en la propuesta de especialistas en la disciplina y b�sicamente en la proposici�n de� Pearsall (1989).

Para efectuar este estudio, se confeccion� una muestra de referencia de especies le�osas empleadas en la actualidad por los habitantes de las sierras de C�rdoba. Posteriormente, se estudi� la estructura anat�mica de estas maderas, reconociendo con microscopio,� sus principales caracteres. A partir de esta informaci�n,� se inici� el proceso de observaci�n de los restos arqueol�gicos con lupa binocular (12-60x) a fin de observar la variabilidad de estructuras que presentaban los carbones en su corte transversal y radial.�

En lo referente al tama�o de los carbones, se seleccionaron aquellos mayores a 2 mm ya� que seg�n Pearsall (1989) no tiene sentido clasificar la madera menor a esa medida porque es imposible determinar g�neros y especies en piezas tan peque�as.

Identificaci�n Antracol�gica

Las piezas de carb�n vegetal extra�das de las excavaciones hicieron un total de 231. Sin embargo, el 61.03% resultaron ser diagn�sticas mientras que el resto no fue� incluido en el an�lisis, es decir, que el 38.96% debido a su tama�o, no pudo ser examinado.

Se resalta que algunos elementos de la muestra no alcanzaron a ser identificados debido a que ciertos carbones corresponden a especies que no se encuentran en la colecci�n de referencia disponible (en la muestra hay un� 8.51% de los carbones denominados �no identificados�) y otros llamados �no identificables� que al cortarse se destruyeron y entorpecieron la observaci�n de caracteres diagn�sticos� imposibilitando su identificaci�n.

Como se puede observar en la tabla 1 predominan los restos de Polylepis australis[i] (�Tabaquillo�) (44.68 %) lo que indicar�a que estos grupos se abastecieron preferentemente de �rboles circundantes. Al igual que el Maytenus boaria[ii] (�Orco Molle�), aunque no tan abundante, se presenta principalmente en quebradas y paredones formando bosquecillos bajos, a veces en poblaciones puras o m�s frecuentemente mezclada con el Polylepis australis. Ambos �rboles� eventualmente son t�picos de las �Pampas de Altura� y los m�s encontrados en el registro arqueol�gico.�

Nombre Cient�fico

Nombre Vulgar

Piezas identificadas

%

Polylepis australis

Tabaquillo

63

44.68

Maytenus boaria

Orco ��Molle

14

9.92

Prosopis s.p

Algarrobo

5

3.44

Heterotalamus alienus

Romerillo

2

1.41

Ephedra americana

Pingo-Pingo

2

1.41

Salix humboltiana

Sauce Criollo

1

0.70

Fagara coco gill.

Coco

1

0.70

No Identificable*

-

41

29.07

No Identificadas

-

12

8.51

Total

-

141

100

��� Tabla 1. Especies identificadas del Componente I.

A medida que descendemos de la Pampa de Achala, los pastizales son reemplazados por matorrales donde predomina el arbusto Heterotalamus alienus[iii] (�Romerillo�). Este tambi�n form� parte de los recursos que emplearon estos grupos de las pampas, aunque su presencia no sea abundante cuantitativamente (1.41%). Estudios experimentales han demostrado que estos le�os son muy poco resistentes al fuego haci�ndose cenizas al poco tiempo de combusti�n. Por lo tanto, su presencia imperceptible podr�a estar relacionada� a cuestiones de conservaci�n m�s que de inutilizaci�n.

En menor medida, se pudo constatar la presencia de �rboles procedentes de lugares m�s bajos altitudinalmente. El principal representado en el registro arqueol�gico es el Prosopis s.p[iv] (�Algarrobo�) (3.44%) el cual suele ser encontrado en el bosque serrano o en valles, ca�adones y quebradas hasta 1.000 metros de elevaci�n. Este �rbol habr�a sido muy �til para los primeros habitantes, ya que posee una le�a de buena brasa, durable y se considera un excelente combustible denomin�ndose por sus propiedades �le�a firme� (Marconetto 1999). Las bajas temperaturas habr�an hecho a este �rbol, por sus propiedades cal�ricas, un recurso fundamental para la supervivencia.

A medida que vamos descendiendo, se puede observar la presencia de una mayor diversidad de �rboles y plantas que se distinguen por sus caracter�sticas. En el componente I, se pudieron identificar tres especies propias de� aquel lugar.

En primer lugar, un �rbol llamado Ephedra americana[v] (�Pingo-Pingo�)� que se caracteriza por ser de porte arbustivo y a�n arb�reo. Algunos de estos ejemplares alcanzan los 3 metros de altura, con troncos de m�s de 20 cm de di�metro y suelen ser encontrados en la zona de transici�n con el bosque serrano, descendiendo hasta los 1.000 m aproximadamente (Luti et al 1979).

�En segundo lugar, un �rbol conocido con el nombre de Fagara coco gill [vi] (�Coco�)� que se ubica� en el piso de vegetaci�n llamado �Bosque Serrano� caracter�stico por su copa esf�rica color verde intenso y sus cortas espinas.

A partir de los 1350 metros de altura aproximadamente, empieza a desaparecer, gradual o s�bitamente, para dar lugar al matorral y a las pampas de altura. Este �rbol nunca forma poblaciones densas y por lo general sus ejemplares se presentan aislados. Se caracteriza por ser una madera �til para la confecci�n de artefactos, construcci�n de viviendas y su corteza se usa para curtir cueros, sin embargo, no sobresale por sus propiedades de combusti�n.� Finalmente, fue identificada� otra especie con el nombre Salix humboltiana[vii] (�Sauce Criollo�)� (0.70%). �ste crece en los m�rgenes de arroyos y r�os en zonas bajas aunque tambi�n se lo ha registrado a 1.000 m.sn.m.

Consideraciones Finales

A pesar de la preponderancia de �rboles locales hay una amplia variedad de le�os no muy contiguos que tambi�n fueron utilizados en las actividades diarias de estos grupos cazadores- recolectores. La combinaci�n puede tener diversas explicaciones, una muy interesante se refiere a la necesidad de mayor cantidad de energ�a cal�rica y de prolongada duraci�n que los �rboles circundantes no llegaban a cubrir completamente. De esta forma, los grupos habr�an bajado a los valles en b�squeda de diversos recursos que inclu�an a la le�a como prop�sito, la cual habr�a sido seleccionada frente a la diversidad de especies presentes en los sectores bajos.

Sin embargo, el �nico le�o del valle que cumplir�a con una funci�n de tipo cal�rica apta para la calefacci�n del alero y cocina de alimentos habr�a sido el Prosopis s.p (�Algarrobo�). El resto de las especies est�n al final del ranking de dureza y poder cal�rico (L�pez 2006; Demaio 2005; Tortorelli� 1940, 1956) y s�lo habr�an sido �tiles en las etapas iniciales, es decir, exclusivamente para encender el fuego. Por esta raz�n, el uso de esta materia prima podr�a relacionarse con la realizaci�n de instrumentos u otros utensilios� vinculados a actividades ajenas a la calefacci�n o cocci�n de alimentos. Por ejemplo, el Salix humboltiana (�Sauce Criollo�) habr�a sido ideal para fabricar astiles por tratarse de una madera liviana pero al mismo tiempo dura y resistente.�

La presencia de �rboles emplazados en zonas no muy pr�ximas del alero es un buen dato para reflexionar sobre aspectos referentes al uso del espacio y la supervivencia. La informaci�n obtenida del estudio arqueobot�nico demuestra el uso de dos espacios principales, los valles y las zonas altas del sector serrano. Las pampas de altura habr�an proporcionado la mayor parte de los recursos necesarios para la subsistencia. Sin embargo, los valles solucionaron� otras necesidades que requer�an de materiales o recursos no presentes en los ambientes de altura.

El estudio arqueobot�nico revela un uso intensivo de los recursos forestales de los sectores que rodean al sitio. Sin embargo, tambi�n se han identificado le�osas correspondientes a los sectores de valle lo que indica que �stas fueron trasladadas hacia el campamento mientras se efectuaban otras actividades como la caza de peque�os mam�feros, la recolecci�n o el abastecimiento de materias primas.

Agradecimientos

A mi director Dr. Eduardo Berberi�n por sus sugerencias, correcciones y apoyo constante. Un agradecimiento especial al Lic. Diego Rivero por su colaboraci�n en el an�lisis del material y por darme la oportunidad de trabajar en el sitio. A Laura L�pez y Juli�n Salazar por la lectura del trabajo.

Un reconocimiento especial le debo a la Agencia C�rdoba Ciencia por concederme una beca para la realizaci�n del trabajo de tesis.

Bibliograf�a

Capitanelli, R.

1979��� Clima. En V�zquez, J.; Miatello, R. y M. Roqu� (dirs.), Geograf�a F�sica de la Provincia de C�rdoba, pp. 45-138. Editorial Boldt. Buenos Aires.

Bux�, Ram�n

1997��� Arqueolog�a de las plantas. Editorial Cr�tica. Barcelona.

Demaio, P (Dir)

2005��� Introducci�n a la ecolog�a de los ambientes serranos de C�rdoba. Ed Ecosistemas Argentinos. C�rdoba, Argentina.

��

L�pez

2006��� Uso de recursos combustibles madereros en Pampas de altura: los casos R�o Yuspe 11 y R�o Yuspe 14. X Congreso Nacional de Estudiantes de Arqueolog�a. Mendoza. Ms.

Luti, R.; Bertr�n de Sol�s, M.; Galera, F.; M�ller de Ferreira, N.; Berzal, M.; Nores, M.; Herrera, M. y J. Barrera

1979��� Vegetaci�n. En: V�zquez, J.; Miatello, R. y M. Roqu� (dirs.) Geograf�a F�sica de la Provincia de C�rdoba, pp. 45-138. Editorial Boldt, Buenos Aires.

Marconetto, B

2006��� La gente, la le�a, el monte. En: C. P�rez de Micou (Ed)� El modo de hacer las cosas. Artefactos y ecofactos en Arqueolog�a. Pp 101-128. Departamento de Ciencias y Antropol�gicas. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosof�a y Letras. Buenos Aires, Argentina.

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1989��� Paleoethnobotany. A handbook of Procedures. Academic Press.

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Tortorelli, L

1940��� Maderas Argentinas. Estudio xilol�gico y tecnol�gico de las principales especies arb�reas del pa�s. Universidad de Buenos Aires. FAyV. Buenos Aires

1956��� Maderas y Bosques Argentinos. Ed. ACME. Buenos Aires.



* Son piezas diagn�sticas que no pudieron ser� identificadas� porque se desintegraron al momento de realizarse los cortes (transversal y radial) para su correspondiente an�lisis.



[i] Polylepis australis

Anillos de crecimiento: demarcados

Porosidad: semicircular a difusa

Disposici�n de los vasos: homog�nea con una hilera tangencial y los tipos son exclusivamente solitarios.

Contorno de la pared de los vasos solitarios: angular.

Parenquima axial: apotraqueal difusa

Ancho de los radios: 1-3 seriados.

[ii] Maytenus boaria

Anillos de crecimiento: demarcados

Porosidad: difusa

Disposici�n de vasos: Distribuci�n homog�nea

Tipos de vasos: solitarios, multiples (2-3) y multiples (hasta 8).

Contorno de la pared de los vasos solitarios: angular

Par�nquima axial: ausente o apotraqueal difuso.

Ancho de los radios: 3-4 seriados.

[iii] Heterotalamus alienus

Anillos de crecimiento: no demarcados

Porosidad: difusa

Disposici�n de vasos: patr�n diagonal a dendr�tico.

Tipos de vasos: agrupados.

Contorno de la pared de los vasos solitarios: no hay solitarios.

Par�nquima axial: paratraqueal escaso

Ancho de los radios: 1-3 seriados.

[iv]Prosopis s.p

�Anillos de crecimiento: demarcados

Porosidad: difusa

Disposici�n de vasos: homog�nea

Tipos de vasos: solitarios y m�ltiples (2 y 3).

Contorno de la pared de los vasos solitarios: angular.

Par�nquima axial: paratraqueal vasicentrico confluente

Ancho de los radios: 2-4 seriados.

[v] Ephedra americana

Anillos de crecimiento: demarcados

Porosidad: difusa

Disposici�n de vasos: homog�nea

Tipos de vasos: solitarios

Contorno de la pared de los vasos solitarios: circular

Par�nquima axial: paratraqueal difuso

Ancho de los radios: 4-10 seriados.

[vi] Fagara coco gill.

Anillos de crecimiento: demarcados

Porosidad: difusa

Disposici�n de vasos: distribuci�n homog�nea

Tipos de vasos: m�ltiples radiales (3-4) y solitarios.

�Contorno de la pared de los vasos solitarios: angular a el�ptica.

[vii] Salix Humboldtiana

Anillos de crecimiento: demarcados

Porosidad: difusa

Disposici�n de vasos: distribuci�n homog�nea

Tipos de vasos: solitarios, bi y tripartitos

Contorno de la pared de los vasos solitarios: ovales

Par�nquima Axial: apotraqueal en bandas

Ancho de los radios uniseriados.